En su paso por las inmediaciones de La Ceja, los ciudadanos se exponen a diversos tipos de ruidos como los anuncios de voceadores y la música de los negocios.
Ximena Pari aborda un minibús de una zona alejada de El Alto y en el trayecto sus oídos son aturdidos por la música fuerte que, arbitrariamente, coloca el chofer en el radio del automóvil. El ritmo de una canción “chicha” es acompañado por las carcajadas efusivas de las personas que están conversando detrás suyo, ruido que, ocasionalmente, es interrumpido por los alaridos del voceador que anuncia como su único destino La Ceja.
Como en cada jornada, el congestionamiento vehicular es caótico en La Ceja de la urbe alteña, por lo que, ante el retraso, Ximena decide continuar a pie para ahorrar unos minutos viéndose obligada a avanzar entre los vehículos que sin ningún reparo intentan apresurar la circulación con bocinazos constantes.
Con el propósito de alejarse del sonido ensordecedor de los vehículos, ella trata de acercarse a la vereda y, nuevamente, es aturdida por los anuncios esta vez provenientes de los parlantes que están en la puerta de varios negocios junto a los gritos de las comerciantes. Luego de varios minutos, llega a su destino pero sin darse cuenta se siente enojada, de mal humor y se sobresalta por cualquier situación que le incomode en su entorno.
Al igual que esta alteña, miles de ciudadanos de esta urbe son diariamente sometidos a la contaminación acústica con ruidos que atormentan su paz e incrementan su estrés.
“Muchas veces me di cuenta que algo pasa cuando en el silencio de la noche escucho en mi interior una bocina aguda y constante, pero no hay alternativa, tenemos la necesidad de circular por varias cuadras donde hay bulla”, manifestó Ricardo Rivero, uno de los ciudadanos afectados.
La constante exposición a estos instantes de ruido continuo deriva en una serie de consecuencias en la salud que son advertidas con el pasar de los años.
“Los malestares son muy diversos, entre los más comunes se cuenta con el estrés, trastornos del sueño, pérdida de atención, dificultad de comunicación y por su puesto lo más preocupante como consecuencia a largo plazo, la pérdida del sentido del oído de forma definitiva”, afirmó Pedro Mamani Mamani, el nuevo director del Servicio Regional de Salud (Seres) de El Alto.
Asimismo, señaló que estos problemas son una preocupación para la institución que comanda porque en los lugares comerciales de la urbe hay cientos de personas que están sujetas a los excesos de los ruidos todo el día.
“Los gremiales generalmente tienen una afección directa por las características de su entorno cotidiano, ellos son más propensos a las alteraciones nerviosas que intervienen en su estado de ánimo”, agregó la autoridad.
Según el relato de Mamani, otras de estas afecciones son las cardiovasculares, el retraso escolar, conductas agresivas, dificultad de convivencia, baja productividad y accidentes laborales.
Agregado a ello, el Director del Seres manifestó también que para evitar llegar a este estado, los ciudadanos deben conocer las consecuencias de la contaminación acústica.
“Lo más importante es prevenir y la mejor forma de hacerlo es mediante la concientización y la socialización de la problemática, si la persona está informada de las consecuencias ella misma puede buscar formas de cuidado para sus oídos”, aseveró.
Además adelantó que para la siguiente gestión se tiene programado llevar adelante el Día del Silencio tratando de aminorar, de alguna manera, el daño ocasionado.
“Esta actividad tendrá que realizarse en coordinación con el Gobierno Municipal y el Gobierno Central, además de las instancias competentes; se trata de evitar por un día la bulla en la urbe con el propósito de emitir un mensaje de sensibilización”, añadió el experto.
Por su parte, Ricardo Tórrez, asesor internacional de Salud Médica de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en Latinoamérica, asevera que la contaminación acústica es un tema de preocupación mundial.
“Definitivamente debe haber una voz de alarma, la sociedad en general juntamente con las autoridades municipales y los medios de comunicación deben empezar a hacer eco de esta problemática, en nuestras ciudades se vive con un exceso de ruido. Los ciudadanos deben fomentar entre sí los mecanismos para respetar las normas con el objetivo de reducir el impacto que tiene la bulla”, manifestó el asesor de la OMS.
Entretanto, Juan Mamani Chura, titular de la Dirección de Medio Ambiente y Agua de la Comuna afirmó que como una forma de apañar las consecuencias de la contaminación acústica el Municipio adquirirá aparatos para medir la intensidad de los sonidos.
“Son tres sonómetros que llegarán a la Alcaldía el siguiente mes, con ellos realizaremos operativos a los negocios donde la bulla pueda llegar a afectar a las personas, también los utilizaremos para identificar las vías públicas donde se evidencie mayor incidencia de contaminación acústica”, agregó Mamani.
Asimismo, la autoridad recalcó que la ciudad de El Alto cuenta con una ordenanza municipal que limita a 70 decibeles la intensidad de la música en bares, cantinas y negocios similares, sin embargo, el equipo de asesores de la Comisión Legislativa del Concejo informó que requiere un nuevo análisis ya que la norma es tan antigua que hace alusión a las tiendas de discos de vinilo, por lo que requeriría una inmediata actualización.
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