El periodista, empírico o académico, no es un ser perfecto sino perfectible, como la mayoría de la especie humana. Vive inmerso en el afán de aprender, que sólo acaba con la muerte. Tampoco está exento de cometer errores en su servicio a la colectividad. Ciertamente que los logros, aciertos y avances del periodista lo animan y fortalecen su convicción de trabajo por la sociedad a la que pertenece.
Con luces y sombras, como cualquier persona en el mundo, el periodista trata de asumir una conducta rectilínea en el medio donde se desarrolla. Entre los periodistas, como en cualquier otro sector, hay ideas, ideales y convicciones propias. Posiblemente por ello no se doblegaron ante la consigna programática de algún partido político o agrupación ciudadana, hecho que les ha creado, en su entorno, enemistades. En este marco pudieron disentir o coincidir con los enunciados políticos que propalaron autoridades tanto nacionales como regionales.
El periodista, hombre o mujer, dentro o fuera de nuestras fronteras, genera información, opinión y debate, en el momento histórico. Por eso está considerado como un jornalero intelectual.
Considerado como un instrumento de transformación, en tiempos de la conquista ibérica, el periodista contribuyó decididamente a lograr la independencia del Alto Perú (hoy Bolivia), en 1825. Honor y gloria a esos patriotas que cumplieron con ese rol histórico.
Esos periodistas aportaron, con coraje y desinterés, a construir un país digno y soberano, respaldando políticas tendentes a recuperar los recursos naturales, renovables y no renovables, a favor del Estado, por el bien común. Asimismo aportaron a la trascendental tarea de encauzar el proceso democrático, en octubre de 1982, recogiendo el clamor nacional. Por ese afán muchos de ellos fueron arrojados fuera de nuestras fronteras, encerrados en mazmorras o silenciados impunemente. He ahí los gajes del oficio de portar y ofrecer información.
El periodista trabaja urgido por la necesidad de sostener a su familia, para que sus hijos tengan un futuro con educación y salud, prioritariamente, de acuerdo con los tiempos que le ha tocado vivir, ante nuevos retos.
En suma: ningún Poder, de carácter local, nacional o internacional, podrá subyugar al periodista, a pesar de objetivos hegemónicos de los gobernantes de turno, en dictadura o democracia, en Bolivia o fuera de ella. Somos “libres para pensar, libres para actuar”, dirán, en consecuencia, los periodistas.
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