Expedición al río Pilcomayo

Enrique Van Nivel, oficial de la marina holandesa, contratado por el Gobierno boliviano para emprender la exploración del río Pilcomayo, partió del lugar llamado Cavayu Repoti, a la cabeza de una expedición militar y avanzó con ella 189 leguas hacia el interior del Gran Chaco, en una época en la que eran sumamente imperfectos los conocimientos geográficos de esa región.

Durante tres siglos se intentó explorar el Pilcomayo

La exploración y estudio del río Pilcomayo para el reconocimiento de sus condiciones de navegabilidad ha sido la constante preocupación de los países interesados en la apertura de esta vía de comunicación fluvial.

Tanto la Audiencia de Charcas como los gobiernos del Paraguay y Buenos Aires han organizado, fomentado y auxiliado en diferentes épocas expediciones de carácter científico y comercial, no siendo ajenos a esta obra de civilización algunos de los gobiernos y centros científicos de Europa y América.

He aquí una ligera referencia de las tentativas realizadas durante los siglos XVI, XVII y XVIII.

La primera expedición de que hay memoria es la intentada por Diego de Rojas, capitán español que salió de Chuquisaca hacía el año 1538 con dirección al país de los chiriguanos por el río Pilcomayo, explorando las cabeceras de éste en la región de Tarija.

En 1556 el capitán Andrés Manzo, por orden del Virrey del Perú, Hurtado de Mendoza, recorrió la región de este río.

En 1590 San Francisco Solano atravesó el Chaco por el Pilcomayo, según lo afirma Bravo Da Silva en la “Vida” de aquel santo.

En 1972 el sargento mayor Diego Marín de Armentia, al mando de un tercio de Tarija, atravesó el Chaco por las orillas del Pilcomayo y salió al Paraguay.

En 1690 Diego Porcel de Pineda llegó a los dos primeros pueblos del río Pilcomayo.

En este mismo año, los padres Arce y Zea recorrieron el Pilcomayo, llegaron a Yatebiri y de aquí se dirigieron al Guapay.

En 1821 el jesuita Antonio Montija, de Tucumán, y los misioneros Suárez y San Martin, de Chiquitos, realizaron la exploración de parte del Pilcomayo, saliendo de los dos extremos opuestos; pero no habiendo podido encontrarse en el lugar de reunión que habían fijado, fueron obligados a retroceder.

En 1740 el padre Castañares emprendió la navegación de Pilcomayo por el brazo superior llamado Aragua; mas tuvo que retroceder para internarse en el brazo meridional. La exploración duró 83 días.

En 1751 la Audiencia de Charcas, presidida por Jáuregui y Aldecoa, autorizó la entrega de nueve mil pesos a Francisco Casales para la exploración del río. Casales salió de las Juntas y a los diez días de navegación naufragó con toda la tripulación, salvándose sólo el paraguayo Diego Balmaseda Reyes.

En 1785 Félix de Azara recorrió el Araguay - Guazü en una extensión de 20 leguas.

NINGUNA DE LAS EXPEDICIONES TUVO ÉXITO COMPLETO

Por lo expuesto, se ve que ninguna de las exploraciones intentadas desde 1538 dio resultado alguno concluyente acerca de la exploración completa del Pilcomayo. Todas las tentativas emprendidas tropezaron con inconvenientes propios de una época en la cual la navegación era sumamente imperfecta y los conocimientos geográficos de la región central del Chaco casi desconocidos.

En la primera mitad del Siglo XIX no se conoce más expedición que la realizada en 1825 por el capitán cruceño Ruiz, quien a la cabeza de 25 jinetes militares atravesó al Chaco desde Tarija hasta Candelaria, sobre el río Paraguay, conduciendo una comunicación del libertador Bolívar para el dictador del Paraguay, Gaspar Rodríguez de Francia; y la del misionero italiano Servando, del colegio de Tarija, que habiéndose internado mucho al Chaco, por el Pilcomayo, fue a salir al Paraguay favorecido por los indios choretis, en 1837.

EL GOBIERNO BOLIVIANO SE PREOCUPÓ POR LA EXPLORACIÓN DEL PILCOMAYO

El gobierno del general José Ballivián, animado por el deseo de buscar rutas fáciles que pusiesen a Bolivia en contacto con las naciones del Plata, inició las primeras exploraciones del Pilcomayo. Para este efecto, organizó la “Expedición Magariños” y, posteriormente, la de Van Nivel, de la que en la siguiente nota haremos una ligera narración.

EL DIARIO 30 de septiembre de 1927.

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