[Armando Mariaca]

Libertad de expresión es vivir en libertad


Las políticas restrictivas sobre libertad de pensamiento -de la que se desprende como parte indivisible la libertad de expresión-, demostradas por el gobierno del MAS y que han pretendido imponerse suprimiéndola o, por lo menos, imponer su control o disminución en sus libertades, aunque no han podido radicalizarse como querrían seguramente las autoridades, han tenido efecto en la comunidad nacional: el temor a que los medios, periodistas, analistas, columnistas, editorialistas, articulistas y escritores expresen; se cree que “es peligroso” por las medidas que pueda tomarse contra todos ellos; surge la recomendación de que se debe cuidar hasta los mínimos vocablos; puesto que todo puede ser motivo de susceptibilidad para entender que hay racismo o hay violación contra todo lo que lastimaría a las personas al usar palabras o calificativos que nada tendrían que ver con una supuesta falta de respeto.

Tanto el Gobierno como la comunidad nacional -incluyendo las organizaciones que se dice hacen oposición- convienen en que la libertad es básica para la convivencia humana y, dentro de ella, la libre expresión como el derecho de informar, analizar, criticar, aprobar, aplaudir o protestar; pero, el periodismo sigue haciéndolo con la convicción de que suprimir la libertad de expresión sería un atentado contra todas las libertades o sea contra un derecho inviolable del ser humano.

Las autoridades del régimen de gobierno, haciendo uso de la libertad de expresión, siempre expresan cuanto piensan y creen; critican y condenan a quien desean y mucho más a los medios de comunicación y a quienes trabajan o colaboran en ellos y nadie, ni personal ni institucionalmente, ha tratado, intentado o pretendido coartar esas libertades que, en casos, han llegado al uso de adjetivos y hasta tratos humillantes y ofensivos contra los medios y periodistas; baste escuchar o leer las expresiones del alcalde de Santa cruz que no vacila en decir lo que quiere y tenga o no razón para ello, nadie le dice nada; pero, eso sí, se lo critica porque el respeto que él exige para sí debe darlo a todos sin discriminación alguna.

Quienes abrigan temores por las consecuencias de lo que digan quienes opinan o critican o informan en los medios de comunicación, parecería que sienten que viven en un totalitarismo absoluto o dictadura sin freno, hecho que no es; que, felizmente, está lejos de ser realidad porque se debe comprender que, empezando por los primeros mandatarios, sus ministros, el entorno que los rodea y el partido al que pertenecen, deben tener conciencia de que sobrepasarse más de lo debido en sus políticas contrarias a los medios de comunicación, sería una especie de atentar contra sí mismos, acallarse y vivir midiendo lo que piensan y sienten pese a que, ellos en el poder, nadie podrá hacerles nada ni tomar represalia alguna y menos amenazarlos con códigos penales y la adopción de medidas punitivas.

De todos modos, será bueno recalcar que la libertad de pensamiento, cuya parte fundamental es la libertad de expresión, es un derecho irrenunciable del ser humano y, mucho más de quienes pueden y quieren decir lo que piensan y sienten con la libertad consagrada por la Constitución Política del Estado y leyes pertinentes. Lo único exigible y que se entiende está en la conciencia de cada persona, es que se diga la verdad, mostrar hechos con realismo y altura, sentir que el periodismo y la comunicación social son deberes y derechos pero para ser ejercidos con absoluta responsabilidad y todo ello reza para todos, gobernantes y gobernados.

Los autores de políticas dirigidas a encontrar razones y causas para adoptar medidas contra los medios de comunicación social y contra periodistas, parecen no comprender que las entidades o instituciones que albergan a los medios y trabajadores de la prensa en general, están conscientes de sus deberes y responsabilidades y esos atributos los cumplen teniendo en cuenta que ellos, todos sin excepción, son hijos de esta patria y no admiten diferencias de ninguna clase en el ejercicio de sus labores con absoluta libertad y responsabilidad.

Vivimos en democracia y ésta, para tener vigencia, debe gozar de libertad; de otro modo, querría decir que Constitución y leyes no tienen razón de ser cuando son ellas las que regulan la vida nacional. Quienes abrigan temores “por lo que pudiese ocurrir a medios y periodistas” deben desechar toda posibilidad mientras haya vigencia de las libertades y hasta un sentido de preservación de derechos que también corresponden a quienes poseen poder de cualquier naturaleza.

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