Algo más que palabras
Víctor Corcoba Herrero
Coincidiendo con los inicios de cursos académicos en España, se me ocurre hacer la siguiente reflexión, sobre la docencia. Ciertamente uno puede saber mucho, pero otra cuestión es saber transmitir ese conocimiento a grupos heterogéneos, que no siempre están dispuestos a cultivarse, y esto es como sembrar un campo sin estar arado previamente, o de enderezarse al hábito de estudio y de las buenas costumbres.
Ya lo decía el novelista español Gonzalo Torrente Ballester, allá por los años noventa, “la enseñanza se ha puesto muy complicada, y uno ya no sabe ni qué enseñar, ni cómo enseñar, ni a quién enseñar”. Por desgracia, esta célebre frase no ha pasado de ser actualidad, y, cada día, el docente se encuentra con nuevas y variadas dificultades para llevar a buen término su trabajo.
Lo importante es que germine en los alumnos la pasión por aprender. Esto no es fácil hoy, con tantas fuerzas contrarias de adoctrinamientos e intereses partidistas. Tanto es así, que la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, ha hecho una llamada con motivo del Día Mundial de los Docentes (5 de octubre), activando un elocuente lema: “¡Apoya a tus docentes!”. Desde luego, hace falta en todos los países, apoyar más una educación de calidad, con docentes que sepan educar y estén motivados para hacerlo.
Por una parte, haría falta abrir más escuelas y cerrar cárceles. También mejorar la categoría social del educador y desterrar al funcionario que no es enseñante por vocación. Asimismo, junto a esa valoración social del que sabe educar, habría que desacreditar las enseñanzas que no conducen a hacernos mejores personas. Únicamente, por la educación, puede el ser humano socializarse y comprenderse.
Efectivamente, ya en su época nos lo advirtió Kant, “el hombre no es más que lo que la educación hace de él”, por eso es tan vital para una ciudadanía globalizada, tener a buenos educadores en activo. Nada reemplazará a un buen docente. Sin duda, merecen nuestro homenaje y recuerdo. Porque el educador, que lo es en conciencia, no tiene horarios, y aprovecha todo el tiempo del mundo para hacer de sus alumnos ciudadanos responsables. En un período, en que la recesión económica mundial amenaza al cuerpo docente, es esencial que la sociedad escuche sus reivindicaciones y no permita que se usen las tijeras, en lo que es un derecho humano y un elemento esencial de convivencia y desarrollo.
Está visto, pues, que sin educación no es posible entenderse. Ha llegado el momento, por consiguiente, de avivar los sistemas educativos con docentes que sepan enseñar en valores, en dignidad y esperanza. Los gobiernos deben cuidar de una educación integral e integradora, que enseñe a convivir y a salir de la pobreza, a que las personas se comporten como ciudadanos y no como animales. Educar, al fin y al cabo, no es más que transmitir respeto y consideración hacia todo y por todos. Ahí radica el mérito del buen educador, que no sólo sabe podar, sino también regar en los desiertos.
corcoba@telefonica.net
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