El desarrollo y progreso de muchos países se ha debido a que se ha visto la urgencia de la unidad territorial; para ello, nada mejor que vertebrar extensas zonas mediante caminos, carreteras y ferrocarriles. Un gran ejemplo es Estados Unidos que ha conectado todo su territorio mediante modernas carreteras, caminos internos que unen a pueblos, villorios y sitios de producción y turismo. El caso de los ferrocarriles ocupó sitial importante en las políticas de todos los gobiernos porque los dos grandes partidos políticos, Demócrata y Republicano, han coincidido en que la única forma de concebir el país y unir a pueblos totalmente heterogéneos era mediante los ferrocarriles.
En Latinoamérica se ha visto la necesidad de unir territorios mediante caminos y han surgido grandes carreteras y vías ferrocarrileras que han integrado varios de ellos; muchos, por razones económicas, no han podido cumplir estas políticas de comunicación y han utilizado los ríos, haciéndolos navegables y han dado lugar a grandes poblados que, en algunos casos, se han convertido en ciudades.
En nuestro país, tanto por razones económicas como por indecisiones partidistas de los gobiernos, no ha sido posible cumplir ese anhelo tan acariciado por muchas generaciones. Se ha abierto caminos interdepartamentales, interprovinciales y entre algunos pueblos que fueron conectados con las ciudades; pero incipientemente y muchos de ellos se han deteriorado por falta de mantenimiento. La falta de atención permanente determinó -especialmente en tiempos de lluvia- que muchos se hagan intransitables y, como los medios financieros y las posibilidades técnicas no siempre son suficientes, el deterioro se acrecentó.
El país, no obstante las necesidades de vías de comunicación, hace varios años -por decisiones político-partidistas- suprimió la construcción del ferrocarril La Paz–Beni; el Ferrocarril Guaqui-La Paz y, finalmente, aduciendo que la trocha es estrecha, anuló la mayoría de las conexiones ferroviarias de la región occidental. Estas acciones negativas implican serios perjuicios para la nación y, si a ello se agrega la casi anulación de los ferrocarriles que nos conectaban con Chile, el caso adquiere mayor gravedad. Hoy rehabilitar todos los tramos ferroviarios implicaría mucho tiempo y costos millonarios.
El Gobierno anunció muchas veces que la atención a carreteras, caminos y ferrocarriles tendría prioridad en sus políticas; pero, hasta ahora, no obstante haber dinero -que muchas veces se lo gasta en adquisiciones inútiles o prescindibles- no desarrolla políticas para construir más carreteras o, por lo menos, ampliar y reparar las existentes; promover la apertura de caminos vecinales y conectados a todo el país como medio de unidad nacional y con el interés de abrir regiones de producción de materias primas que el país requiere, no sólo para abastecimiento interno sino para la exportación.
Sería tiempo, a seis años de gobierno del MAS, que se planifique obras de infraestructura que son absolutamente necesarias; no hacerlo querrá decir que siguen durmiendo los proyectos anunciados sobre políticas de comunicación vial expresadas hace tanto tiempo.
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