A escaso nivel de coerción, mínimo cumplimiento, así puede entenderse el paro de transporte en La Paz, donde decreció ostensiblemente el transporte público en horas de la mañana, que se fue regularizando con el paso de las horas.
El paro se circunscribió a El Alto y Río Abajo, donde sí hubo bloqueos; grupos organizados de choferes en lugares clave impidieron el tránsito de los motorizados.
En el centro y la zona sur no hubo bloqueos, ni chicotazos, menos llantas pinchadas, de manera que los choferes de radio taxis trabajaron casi normalmente, algunos minibuses se animaron a trabajar casi regularmente en la zona sur, algunos llegaron hasta el centro, pero sin la identificación del cartel y hasta los llamados micros cumplieron con el servicio, por ejemplo trasladando pasajeros desde la Plaza del Estudiante hasta El Alto.
Los medios de comunicación que hicieron llegar reportes desde diversos puntos de la ciudad animaron a muchos choferes a romper el paro y reanudar su trabajo diario, sin los carteles de identificación y subiendo sus tarifas en uno o dos bolivianos, sacaron provecho de la necesidad de los pasajeros.
En las zonas populares el tráfico fue casi regular, porque en la plaza Garita de Lima, Estación Central y puente de la Cervecería, el tráfico fue normal a excepción del servicio público que replegó a sus unidades hasta las 18.30 aproximadamente.
Donde se sintió el bloqueo fue en la avenida Juan Pablo II de El Alto que es una arteria fundamental para la conexión interprovincial, también hubo bloqueos en Ciudad Satélite que es paso obligado para llegar al aeropuerto. De acuerdo con la versión de los transportistas hubo 45 puntos de bloqueos que impidieron el tránsito de los vehículos tanto particulares como públicos. Los miembros de la Policía identificaron 15 puntos.
Las motocicletas cumplieron la tarea de llevar a los pasajeros que querían llegar hasta el aeropuerto, mientras otros tuvieron que recorrer a pie la última parte de su camino.
Lo propio ocurrió con el acceso a Río Abajo, porque se bloqueó el Puente de Lipari, un grupo se colocó a la entrada de Mallasa, en la cancha Litoral, de manera que no hubo posibilidad de llegar a esa zona.
En la ciudad, la banca y el comercio trabajó normalmente, los establecimientos escolares fueron tolerantes con el horario de ingreso de los alumnos, algunos establecimientos suspendieron las labores y otros trabajaron normalmente.
Desde este ventanal el Gobierno juzgó el paro como débil, pero los choferes señalaron que hubo un gran cumplimiento de las determinaciones pese a que no se llegó al extremo de bloquear las esquinas.
En El Alto se apeló a los chicotazos para recordar a los renuentes al paro que esta medida favorece a todos, porque está en juego el instrumento de trabajo.
“Que quieren. Ahora cada que sube un pasajero a mi choche lo pondré manos arriba y revisaré si lleva droga o contrabando. Tengo que llegar a ese extremo”, se preguntó uno de los choferes que justificó su falta de adhesión al señalar que tiene una deuda que le obliga a recaudar 200 bolivianos diarios.
“No es que tiene que cambiarse algunos artículos, lo que pedimos es que no se apruebe esta ley, está mal. La ciudadanía tiene que darse cuenta que nuestro reclamo es justo. También los choferes sabemos leer. Por ejemplo para nosotros no hay seguro como para ustedes los periodistas y nosotros también trabajamos en horario nocturno”, aseveró un conductor que cobró a cinco bolivianos a cada uno de los pasajeros por el tramo entre Obrajes y el centro de la ciudad.
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