Chile no ha dejado de amenazarnos ni insultarnos en dictadura y en democracia. Sus bravuconadas, con intenciones de amedrentamiento, preocuparon inclusive a la comunidad internacional que se ha propuesto mantener la paz regional.
El país vecino busca nuevamente renovar sus pertrechos bélicos en un gobierno de tendencia civilista. Algunos consideran ese hecho como rutina y otros creen que conlleva intimidación.
“Chile avanza, Bolivia danza”, dice un adagio popular. Por lo visto nuestro país no sólo danza, sino que está inmerso en un ámbito de dimes y diretes que reaviva, permanentemente, resquemores de índole político, en desmedro de los intereses nacionales.
Chile para amedrentar a los países con los que tiene deudas históricas se ha propuesto renovar su armamento, pese a los problemas sociales que afloran en su interior. Obviamente que no lo hace para incomodar al Coloso del Norte ni para intimidar a la isla de los Castro, sino para infundir miedo a los que agredió, desmembró y enclaustró, en el pasado mediato. Lo hace para preservar con “toda su fuerza” aquello que ha conquistado con guerras e invasiones.
Nuestros mayores tenían la convicción de que morir por la Patria era el más sublime tránsito a la historia. Héroes como Eduardo Abaroa, Ladislao Cabrera y tantos otros no dudaron en dar su sangre valiosa para frenar el avance del enemigo con afanes expansionistas.
Ahora los bolivianos debemos extremar esfuerzos para lograr la unidad nacional, no a favor de un partido político o sector social sino en defensa de la Patria amedrentada por el armamentismo de Chile, considerado el “Caín de América”. Ante esta situación es urgente movilizarnos, una vez más, en el puesto que nos corresponda, en caso contrario recaerá sobre nosotros el baldón de la historia. Por la Patria que nos vio nacer es necesario entendernos entre nosotros, hablando un solo idioma, para enfrentar cualquier emergencia de carácter internacional que pudiera surgir en el futuro, alentada por quien dice ser nuestro “amigo”, en contra de la soberanía nacional.
La población de oriente y occidente, del campo y la ciudad, unida tiene que asumir una actitud de bolivianidad, para mantener íntegro el territorio nuestro y no permitir que fuerzas externas nuevamente supediten a la Patria a sus oscuros designios. Con unidad nacional, que implica la reconciliación de todos los bolivianos, lograremos potenciamiento económico, militar e industrialización, para hablar en igualdad de condiciones con quién nos arrebató nuestra soberanía sobre el océano Pacífico, en 1879.
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