A pesar de obstáculos legales y hasta constitucionales, así como de sentencias de ideólogos populistas que tratan de poner fin a la etapa de transición del feudalismo a una etapa histórica más avanzada de producción y al margen de la voluntad de las prédicas populistas de algunos aventureros, el sistema económico capitalista avanza de manera incontenible en el país.
Se trata, en el fondo mismo de la realidad nacional, de un intento de proceso masivo en el que participa toda la población que se encuentra, además, organizada en distintas formas. En general son organismos de tipo corporativista formados por pequeños propietarios (también llamados pequeño burgueses), dueños de máquinas, tierras, vehículos, etc. que tienen bajo su dependencia a obreros que carecen de propiedad, a quienes explotan -como se vio antes- de manera despiadada, por lo que ese sistema ha sido definido como un capitalismo darviniano o -disculpando la expresión- salvaje.
En torno a ese aspecto ya señalamos en vísperas de la última Asamblea Constituyente (2003) que para evitar tergiversaciones de una oposición ciega y desorientada, es preciso mostrar al pueblo los objetivos concretos actuales, dentro de los cuales debe actuar, ya que “el actual proceso histórico boliviano, en su contenido y en sus objetivos, es enteramente nacional y democrático (capitalista). Remarcamos, enseguida, que “Ese y no otro es el contenido del movimiento social boliviano y nadie ni nada podrá detenerlo, desviarlo o llevarlo hacia otro objetivo. Y si ese proceso no se puede cumplir ahora o es detenido por alguna nueva acción de fuerzas pretorianas, inevitable e inexorablemente volverá a renacer con todas las mismas características, aunque más agudas que antes, hasta su plena realización, porque no se puede detener indefinidamente el reloj de la historia”.
Al mismo tiempo se remarcó que el “actual proceso histórico político nada tiene en absoluto de socialista” y que plantear el asunto en ese sentido es plantear el absurdo más grande, porque esta transformación no destruirá la propiedad privada y, más bien, al contrario, la ampliará, desarrollará y consolidará en extraordinarias proporciones y no afectará los intereses de la llamada burguesía nacional o la empresa privada nacional” y está sucediendo. (L.A.E., “Práctica y teoría de la Asamblea Constituyente”. Ediciones CIMA. 2003).
La activísima aparición de esa pequeña burguesía con unos dos millones de personas, ha cambiado de actores el escenario económico-político nacional y ese sector de pequeños propietarios, gremiales, “cooperativistas”, campesinos, cocaleros, choferes y otros ya ha impuesto su sello indeleble en la realidad histórica boliviana. Para la antigua burguesía, las viejas organizaciones laborales y sus partidos ya no hay futuro.
Se puede afirmar al respecto, parafraseando a un escritor, que una gigantesca ola pequeño-burguesa de pequeños propietarios de tierras, vehículos, herramientas, empleados públicos, etc. lo ha invadido todo; ha arrollado a la clase obrera consciente ( la COB), no sólo por la fuerza de su número sino también desde el punto de vista ideológico neoliberal, es decir que ha afectado inclusive a casi todos los sectores de la clase obrera, les ha contagiado sus concepciones pequeño-burguesas de la economía y la política, contagio que también ha llegado a los más altos niveles de los “partidos” tradicionales e inclusive a los teóricos neoliberales con careta de “izquierda” del Gobierno, quienes para salir de su confusión predican la absurda ideología populista.
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