Fernando Valdivia Delgado
El período de bonanza que el país experimenta, por su naturaleza dependiente de la evolución de los precios de las materias primas de exportación a los mercados internacionales, subordina el desempeño de la economía boliviana y la hace “altamente vulnerable y riesgosa”, en razón a que constituye una variable muy susceptible a las variaciones en el corto plazo, dadas las condiciones que caracterizan a la economía y política en el mundo.
Este comportamiento de bonanza nos muestra que Bolivia está siendo favorecida por un mayor valor que obtiene por sus exportaciones de materias primas, especialmente no renovables y que generan mayores ingresos públicos y que, además, favorecen a los sectores privados, en especial, a los productores de minerales. La presente coyuntura está provocando una expansión en la demanda, un estímulo en la producción interna, además de un incremento de las importaciones para satisfacer con insumos externos, la oferta del mercado para los sectores de servicios, construcción y manufacturas.
Este cuadro, contradictorio por cierto, muestra un primer semestre de 2012 muy favorable para el país en el contexto internacional, pese a la desaceleración del crecimiento de las economías más importantes y la prolongación de la crisis europea, según una valoración crítica realizada por la Fundación Milenio, en su 33 documento elaborado con información oficial del Banco Central de Bolivia y del Instituto Nacional de Estadísticas.
El resultado de la llamada “bonanza” se traducirá en un ingreso nacional de, al menos, 2.500 millones de dólares en la presente gestión, tomando en cuenta que las exportaciones de gas natural a Brasil se incrementaron a 27.3 millones de metros cúbicos día, con un precio de 9.51 dólares por millón de BTU, mientras que la República Argentina compra 10.18 millones de metros cúbicos con un precio de 11,08 dólares por millón de BTU. Los niveles de precio y de demanda crecieron en el primer semestre en relación con similar periodo de 2011.
La situación es diferente en el caso de la minería y pese a la caída de los precios de todos los minerales, en relación con similar periodo del pasado año, las cotizaciones mantienen un nivel superior a las registradas en el primer quinquenio de la presente década. Se suma a ello la baja en la producción minera en los sectores nacionalizado y cooperativo, al igual que en la gran minería, mientras que la mediana experimentó un crecimiento del 2.9 por ciento.
Es frecuente escuchar que para un gobierno resulta fácil administrar la riqueza en un momento de bonanza, mientras que lo difícil es administrar la pobreza cuando las condiciones adversas no sólo que afectan al Estado como tal, sino que someten a la condiciones de extrema miseria a la población más pobre de un país. El caso boliviano es un ejemplo de este proverbio popular, con el agravante de que sin una política bien definida, por más dinero que haya, las clases sociales más pobres no podrán superar esa condición y el país mantendrá inalterada la variable llamada crisis social, sin la posibilidad de generar nuevas fuentes de trabajo y nuevas condiciones para fortalecer el aparato productivo.
De esta manera, es razonable plantear para la presente coyuntura, que el principal desafío del Gobierno debe ser la generación de las condiciones necesarias, con eficiencia y responsabilidad, para administrar esos ingentes ingresos extraordinarios de la época, tomando como dirección o meta económica, el fortalecimiento del aparato productivo en sus áreas estratégicas, de industrialización y de servicios, como estrategia para evitar que las eventuales caídas del mercado, que siempre ocurren, no afecten el ritmo de crecimiento con generación de empleo y se mantenga la fuerza necesaria para continuar con la construcción del país.
El documento de evaluación, sin embargo, no responde a dos preocupaciones que se mantienen latentes, tanto interna, como externamente. Se trata del interrogante: ¿por qué el Gobierno, teniendo tan importante ingreso de libre disponibilidad, porque es dinero del país, continúa impulsando su política de endeudamiento en el exterior? Una segunda preocupación que no encuentra una respuesta razonable, es: “cuánto significa en términos monetarios el blanqueo de dinero sucio, procedente del narcotráfico, del contrabando y otros sectores de la economía informal?
Es importante conocer esta variable, puesto que la población boliviana en un 78,6 por ciento se halla ligada a la economía informal, de la cual el 59 por ciento trabaja en la informalidad y sólo el 11.6 por ciento se desempeña en la economía formal.
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