Recuerdos del presente
(Cartagena de Indias) El gobernador del estado de Río de Janeiro, Sergio Cabral, cree que la pelea contra el consumo de drogas está perdida, aunque él está a punto de acabar con el “poder paralelo” que vive en las favelas.
Lo dijo en un debate sobre la seguridad de las ciudades incluido en el XIII Foro Iberoamérica que se realizó en la encantadora ciudad que los españoles fundaron en 1533 y se ha convertido en una joya de la Colombia moderna.
Cabral contó que en los años setentas y ochentas, Brasil estuvo ante la “tentación romántica” de convivir con los Robin Hoods que controlan el crimen organizado, pero que implicaba aceptar y hacerse socio de un “poder paralelo”.
El general Oscar Naranjo, exjefe de la policía colombiana, predijo que está cerca una “legalización de facto” de las drogas. Ese momento llegará cuando los laboratorios que fabrican drogas sintéticas lancen una que pueda ser consumida con alcohol. Entonces, las drogas “naturales”, como la cocaína, habrán quedado sin mercado. Pero las sintéticas se habrán legalizado de facto.
Por el momento, el comercio de las drogas naturales es el causante de la creciente inseguridad ciudadana. Como nunca antes, un tercio de todas las muertes por violencia que se dan en el mundo se concentran ahora en América Latina.
Algunos países están conectados con las mafias de la droga como proveedores de materia prima y/o de drogas, como Bolivia, y otros se conectan como territorios de tránsito, como es el caso de México. El grado de violencia que se da en esos territorios es igual, sin importar si participan desde el lado de la producción o del tránsito: 70.000 muertos en el norte de México en los últimos seis años.
Mientras se daba el debate, la realidad era dramática: 7.500 soldados brasileños estaban en la frontera con Bolivia y Perú y habían capturado en dos días 3.500 kilos de cocaína, sobre todo producida en el Chapare boliviano.
Escuchar al gobernador Cabral permite conocer detalles de una lucha decidida que avanza a pesar de las originales tentaciones, descartadas porque los Estados-nación no pueden permitirse poderes paralelos en sus territorios.
A veces se da la tentadora posibilidad de convivir con realidades ilegales, de incorporarlas en los afanes del poder, de cederles parte de la soberanía. Pero eso pone en riesgo a los Estados: les quita pedazos de soberanía.
El presidente Juan Manuel Santos tiene la idea muy clara. Está llevando a las FARC a negociaciones para que dejen los territorios que ocupan y se incorporen a la política colombiana.
Por el momento, los “guerrilleros” actúan como mercenarios de las drogas. Defienden los cocales sembrando minas antipersonales para que no lleguen los erradicadores. O los defienden con ametralladoras para poder cobrar el “impuesto” al gramaje, como un verdadero poder paralelo.
Cuando todos los miembros de las FARC se hayan convertido en militantes de un partido, Colombia habrá recuperado amplios territorios para su soberanía. Y estos personajes tendrán que vivir honradamente. Incluidos los cocaleros.
En Colombia se habrá dado entonces el objetivo de “coca cero”. ¡Qué envidia!
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