El país ocupa el séptimo puesto en el mundo en cuanto a recursos hídricos, cuyas mayores porciones se concentran en dos zonas. El 60% del territorio boliviano es propenso a convertirse en zona desértica por el mal uso del agua y los incendios forestales.
Las autoridades nacionales, a su vez, advierten sobre el agotamiento que sufren las reservas en el país de forma gradual.
De acuerdo con la investigadora Gina Baldivieso, si bien las reservas de agua con las que cuenta Bolivia sitúan al país en el séptimo lugar en un ranking mundial, la distribución territorial del recurso es desproporcional. La reserva de agua más grande del país se concentra en la Cuenca del Amazonas, que recorre una parte del oriente boliviano y el norte de La Paz. Mientras que las zonas con mayores carencias son el altiplano y el Chaco.
A esta desproporción se suma este 60% de territorio en riesgo de desertificación que resulta ser la “antesala del desierto”. Los principales desencadenantes de esta situación, además del mal uso y manejo del agua, son el chaqueo, los incendios forestales, el sobrepastoreo de animales y el calentamiento global.
En opinión de la investigadora, los recursos naturales “están como en una ecuación”. “Si se retira o se aumenta algo, otro elemento es afectado”. Si se quema los bosques disminuye la humedad, cesan las lluvias, los vientos se vuelven más frecuentes y veloces. La erosión del suelo es cada vez mayor y, por consiguiente, comienza el proceso de desertificación.
En la ciudad de La Paz los recursos hídricos se agotan. “Hay zonas donde ya no hay agua. Las presas están llegando a su límite por el crecimiento de la población. Y eso significa que la demanda de agua también será mayor”. Esta situación se puede atribuir a dos hechos: el cambio climático y la contaminación de las aguas.
Los cambios climáticos profundizan y empeoran el desgaste de los recursos hídricos. Afecta de la misma manera el deterioro de las fuentes hídricas por contaminación.
Por su parte, Baldivieso resalta la importancia del agua potable, puesto que así como da vida, el líquido que no es inocuo puede ser un vehículo de transmisión de muerte. Si un niño toma agua contaminada será proclive a enfermarse.
Esta investigadora señaló también que la población aún no está consciente del valor del líquido elemento y, por lo tanto, no hace un uso racional del agua.
La problemática sobre el derroche de agua, dijo, es una actitud de “alta irresponsabilidad ciudadana” que ocurre en todas partes. A esto, se añade la falta de cumplimiento de las leyes. “Hay una anarquía en materia del uso del agua”, sustentada en el hecho de que diferentes sectores como los regantes, industriales e incluso los municipios tienen su propia legislación para el uso del agua.
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