En recientes meses, medios de comunicación oficiales y extraoficiales informaron casi a diario sobre la captura de “peces gordos” del narcotráfico, descubrimiento de decenas de fábricas de maceración de la hoja de coca, decomiso ya no de cientos de kilos sino de toneladas de cocaína, hallazgo de avionetas con cargas de droga, denuncias de presencia en el país de carteles presuntamente colombianos y otros graves hechos relacionados con el delito.
Mientras por un lado se conocía esas noticias cada vez más alarmantes, autoridades locales informaron que en los alrededores de los establecimientos escolares de importantes capitales del país, se encontró redes de vendedores de cocaína a los niños y que numerosos menores de edad son víctimas de traficantes que ofrecen sus productos y que, al mismo tiempo, la demanda de los mismos crece.
Frente al aumento descontrolado de tráfico de drogas, entidades internacionales hicieron conocer su preocupación y, por su parte, el Gobierno anunció que estaba aplicando medidas para reducir el cultivo de la coca y combatir al narcotráfico. Así mismo, el canciller Choquehuanca realizó una extensa gira por países de Europa anunciando que Bolivia está dedicada a una “titánica” (?) batalla contra las drogas, al mismo tiempo que pidió eliminar la prohibición del masticado de coca. A la vez solicitó ayuda extranjera para poner fin al narcotráfico.
Por sí fuera poco y confirmando que el problema alcanzó proporciones increíbles, países vecinos -Brasil, Argentina, Paraguay Perú- decidieron establecer un “cordón sanitario” en torno a nuestro país, con el fin de evitar que drogas (especialmente cocaína) pasen sus fronteras y sirvan para consumo de sus poblaciones.
El conjunto de informaciones sobre el cultivo de la materia prima para la producción, distribución, cambio y consumo de cocaína revela, a todas luces, que el problema de la Economía de la Coca ha sobrepasado todos los límites imaginables, al extremo que, finalmente, el Gobierno, que hasta entonces hacia la vista gorda ante el asunto, se vio obligado a afirmar que estaba empeñado en efectuar campañas para disminuir los efectos internos, así como mejorar la pésima imagen que muestra nuestro país a nivel internacional.
En todo caso, lo más grave de este estado de cosas es que diversas autoridades descubrieron que en colegios de primaria y secundaria se vende y consume cocaína, marihuana, anfetaminas, etc., de manera casi descontrolada y que, al mismo tiempo, los traficantes hacen su agosto enseñando y obligando a los menores de edad a drogarse.
En forma general, se confirma que en el país no sólo aumentó el cultivo de la hoja de coca, sino también la producción de su principio activo: la cocaína. Pero también ahora, los datos oficiales revelan que también están aumentando el comercio y consumo de drogas, todo lo cual quiere decir que la Economía de la Coca se ha “apoderado” del país (como afirmó sin rodeos el Gobernador de Santa Cruz) y que Bolivia podría llegar a ser calificada como un país cuyas riendas estarían en manos de un “Narco-Estado”.
Ese conjunto de datos permite concluir que la producción, distribución y consumo de drogas letales en el país ha ganado la batalla y que el Gobierno no tendría la capacidad para enfrentar con éxito una guerra contra los productores y traficantes de estupefacientes.
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