De Sylvia Puentes de Oyenard
A orillas del Nilo, el río más largo del mundo, se extiende la selva colmada de misterios. Allí se suceden los días bajo la cálida sombra de una exuberante vegetación. En la espesura, se distinguen las siluetas de los monos que saltan, ágiles, de una rama a otra. Los pájaros exóticos le prenden a la jungla tornasolados encantos mientras descansan sus primitivos habitantes. El rinocerontes es de los más antiguos.
Uno de ellos, llamado Rino, se revolcaba en el lodo de un pantano, tratando de despojarse de los insectos que acometían contra sus patas, cola, nariz, oreja y bajo vientre, de pronto, un pájaro se posó en uno de los cuernos de Rino y le dijo:
–Soy el pájaro Picabueyes y puedo liberarte de esa molestia que significa el enjambre de moscas, ácaros y otros bichos.
–¿Cómo tú, tan pequeño, puedes ayudar a uno de los más temibles animales de la jungla?
Pero Rino recordó una oferta semejante, de la que le había hablado su primo, el rinoceronte de un solo cuerno, que vive en la India. Entusiasmado, prestó atención al ave.
Así como el cocodrilo abre sus fauces y un pájaro limpia su boca de los restos de alimentos, yo también puedo ofrecerte mis servicios. Viviendo sobre tu lomo, puedo comer los insectos que anidan entre tus pliegues.
–¿Y, qué debo pagar por tu favor?
–Sólo debes permitir que sacie mi apetito, sin molestar mi labor. Además, poseo un oído muy fino y con mi chirrido ha de avisarte sobre cualquier peligro que amenace tu seguridad. Haremos algo así como los hombres de ciencia llaman simbiosis.
Rino pensó que la idea era útil y aceptó la alianza con el Picabueyes. También lo hicieron los antílopes, los hipopótamos y otros mamíferos.
Así han visto las estrellas, por muchísimos años, cómo un pequeño pájaro puede ser de beneficio para uno de los animales más poderosos de la selva africana. Pero, si hoy nos acercamos a orillas del Nilo, podemos escuchar que el rinoceronte le dice a su compañero:
–Abusas, amigo, de la libertad que te he otorgado. No solo comes los insectos, sino que, en cada picotazo, te llevas un pedazo de mi carne, pero no importa.
El tiempo ha convertido al Picabueyes en un carnívoro. Lo que fue ideal asociación, amenaza en convertir a mi compañero en una parasitosis.
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