Xavier Albó
En el evento se debatió sobre los avances y desafíos en el rico diálogo entre abogados y antropólogos.
Esta vez escribo desde Sucre, horas antes del cierre del VIII Congreso de la Red Latinoamericana de Antropología Jurídica (Relajau), que ha juntado en Sucre a centenares de representantes de Bolivia y toda Latinoamericana, más delegaciones de otros países europeos y norteamericanos, para debatir los avances, retrocesos y desafíos en el rico diálogo entre abogados y antropólogos, funcionarios públicos y representantes de movimientos sociales, sobre todo indígenas, dentro de los múltiples esfuerzos que se están realizando en todo el continente para lograr estados más inclusivos de la diversidad.
Desde el lunes, en la ciudad se ha visto a toda esa gente que circulaba del Archivo Nacional al Museo Etnográfico a la Biblioteca Nacional y al Teatro Gran Mariscal, para participar en alguno de los cinco cursos y 190 ponencias en 30 mesas o simposios, con nueve salas simultáneas y dos sesiones plenarias. La compilación de sólo los resúmenes previamente enviados de las 190 ponencias es un volumen de 171 páginas.
La octava versión de ese Congreso se ha realizado, por primera vez, en Bolivia y cabalmente en Sucre, capital del Estado Plurinacional y sede del Órgano Judicial, que ha mostrado de nuevo su encanto y acogida para ese tipo de actividades. El evento ha dado también una buena oportunidad para intercambios con diversas instancias del Órgano Judicial, incluyendo un curso previo con miembros de sus tribunales, aprovechando la presencia de importantes expertos internacionales.
Es imposible sintetizar lo mucho intercambiado en esos días, pero a modo de aperitivo para los que quieran saber más subrayaré sólo un punto central: se ha visto lo muy necesario y, a la vez, difícil que es combinar el derecho positivo, todo bien escrito y regulado, y los múltiples derechos indígena originarios, emergentes desde las comunidades y que hoy, en Bolivia y Ecuador ya tienen igual rango constitucional.
En un ágil coloquio con nuestro expresidente (primero de la Corte Suprema y después también del Estado) Eduardo Rodríguez Veltzé, y el profesor brasileño Fernando Marés, se comparó al primero con un complicado juego de casillas, cada una con su etiqueta, recursos y contratos; y al segundo, como un conjunto de globos de todos los colores, con gran movilidad y flexibilidad. ¿Cómo trenzar (no encajar ni menos encajonar) uno y otro? Es como una nueva versión 3D del viejo problema de la “cuadratura del círculo”, que además debe verse como una película, llena de episodios y procesos en el tiempo.
Varias mesas analizaron el asunto partiendo desde la perspectiva del derecho positivo, resaltando lo importante que les parece abrirlo más allá de lo muy “positivizado”, enfatizando más los grandes valores éticos que las recetas muy detalladas. Otras mesas partían más de los esfuerzos que hacen diversos pueblos indígenas, desde México hasta Chile, pasando por Brasil; y -gracias al sólido apoyo del Ministerio de Autonomías- con participantes de muchas autonomías indígenas originarias locales, mostraron sus esfuerzos para que sus cosmovisiones queden plasmadas, sin perder su esencial flexibilidad, en los estatutos que debe aprobar el Tribunal Constitucional Plurinacional. Es decir, allí se genera la tendencia inversa: “positivizar” su derecho... Uno de los mil desafíos tratados en ese Congreso.
El autor es antropólogo, lingüista y Jesuita.
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