[Eric Cárdenas]

En política hay que aprender a tragar sapos


En los regímenes de gobierno de tendencia autoritaria, la ciudadanía tiende a polarizarse, y hasta adquirir sentimientos encontrados de absoluto rechazo, cercano al odio, y aceptación casi ciega. No olvidemos que el gran florentino Nicolo Maquiavelo en su obra “El Príncipe” hacía referencia al amor, el odio y el temor del pueblo al gobernante.

En nuestra realidad, el exceso de poder acumulado por el Presidente del Estado Plurinacional, adicionado a su política de confrontación con sus enemigos (según él), como los neoliberales, la derecha, los k’aras, etc., ha dado como resultado, luego de casi siete años de gobierno, un reclamo por sus políticas, por parte de las clases medias, mestizos, blancoides, demócratas, centristas y seguramente algunos conservadores, sentimiento que se expresa en el comentario diario.

Los medios de comunicación recogen ese sentimiento y lo transmiten -como es su obligación-, por lo que son permanentemente acusados por el régimen con una serie de cargos infundados, que llegan hasta denuncias judiciales a la fiscalía -servil a sus dictados-. Y tal sentimiento es difundido en buena parte de la opinión pública, así como en las redes sociales de comunicación, seguramente con algunos excesos de los “internautas”, con bromas y hasta insultos, lo que ha provocado la reacción de algunas autoridades de gobierno, que con esa conducta de “salvaguardar” al caudillo, han amenazado con una serie de medidas a quienes a través de esas redes insultan al Presidente del Estado Plurinacional, incluso, como lo dijo el Vicepresidente, con medidas judiciales, pues él tiene los nombres de los autores, lo que importa que “hackers” al servicio de los mecanismos de represión del Gobierno espían la comunicación y opinión de los ciudadanos, afectando derechos protegidos por la Constitución y tratados internacionales.

La historia política de nuestra Patria, en su período republicano y ahora estatal plurinacional, ha sido -en buena parte- la lucha de caudillos y anti caudillos por el poder político, con muy poco beneficio en resultados para el país. Y la actividad política -que en los tiempos de la antigua Atenas griega era considerada la actividad más ponderada- ha tenido y tiene sus riesgos para los opositores o críticos al Gobierno, como eran la persecución, el destierro y a veces hasta la muerte; para los gobernantes, el odio, rechazo y, por supuesto, los chistes, bromas e insultos, en muchos casos por sus escasos conocimientos, o intemperancias verbales.

Uno de los líderes de la Revolución Nacional y que fuera presidente de la República de Bolivia, Walter Guevara Arze, sentenció: “en política hay que aprender a tragar sapos”, refiriéndose a que este quehacer humano está lleno de imposturas, traiciones, ausencia de ética civil, etc., que ya el mencionado Maquiavelo describe magistralmente en su obra. Por ello, el hecho de que algunos ciudadanos se expresen en las redes sociales con términos peyorativos a la figura del Presidente del Estado, no debe llamarnos la atención, menos provocar la ira de sus seguidores, que con las amenazas y reconocimiento de espionaje informático, hacen más daño al régimen que favorecer la figura del caudillo del MAS.

Los líderes de la Revolución Nacional, a quienes se les atribuyó el haber amasado “grandes fortunas” a la sombra del poder, luego de la caída de ese régimen en noviembre de 1964, retornaron al poder por el voto ciudadano y todos murieron pobres, en el sentido de no tener fortunas, como cualquier ciudadano de clase media. Es que la confrontación política nos lleva a los bolivianos al casi fanatismo político, sentimiento que nos suele cegar y no permitirnos ver con claridad la realidad, es sólo la historia que juzga, sin apasionamientos, a los políticos y gobernantes, luego de un largo período de maduración.

El cuatro veces presidente de la República, Víctor Paz Estenssoro, solía decir: “he sido uno de los políticos más calumniados, pero es preferible que hablen mal, a que lo ignoren”.

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