El pueblo boliviano es objeto de otro monumental engaño con las aguas de los manantiales del Silala. El embuste, prolongación de los que se van registrando desde hace varios años, en esta oportunidad se basa en tres proyectos que nada resuelven: crianza de truchas, embotellar agua y construir una planta hidroeléctrica, que según las autoridades servirán para beneficio del país y poner fin a los grandes beneficios que recibe Chile con ese recurso natural boliviano.
Si bien en la apariencia esa medida tiene visos de ser positiva, en el fondo nada resuelve y, más bien, lo que hace es prolongar el problema, aunque creando una apariencia engañosa, apropiada para satisfacer la ingenuidad popular. Veamos, en efecto, en qué consisten esos tres proyectos.
El plan de la crianza de truchas estaría destinado a que el país “aproveche” el 10 por ciento de las aguas de los manantiales. Parecería que ese porcentaje del líquido se quedaría en Bolivia y dejaría de fluir hacia Chile. Pero no es así. En efecto, tan pronto se llenen las cuatro piscinas para las truchas, el agua de los tanques volverá a correr tranquilamente hacia el país vecino. Por lo tanto, el proyecto no tendrá las ventajas anunciadas. De otro lado, la crianza de truchas será tan difícil y costosa que al no rendir beneficios tendrá pocas posibilidades de tener éxito.
El segundo plan consiste en embotellar el agua del Silala para consumo interno, considerando que así el país vecino dejará de recibir el recurso. Pero no es así, porque primero se deberá construir una planta industrial para embotellar el producto, la cual será de mucho costo y luego vendrá el problema del transporte que hará que su precio sea muy elevado. Pero eso nada sería. El agua embotellada que dejará de correr hacia Chile será de tan pequeña cantidad (unas veinte mil botellas de un litro al día) que en nada afectará a la corriente, vale decir del lobo un pelo.
En efecto, si a diario se embotellara 20 mil litros de agua, esa cantidad sería tan insignificante que no afectaría al caudal hídrico. Al respecto parece que las autoridades no tienen idea de que cada segundo nacen de los manantiales más de 350 litros de agua por segundo, lo que equivale a 21.000 litros por minuto o sea 1.260.000 litros por hora del agua boliviana que pasa a Chile. Por consiguiente, la embotelladora en nada afectará a la corriente que baja a Chile, ni dará beneficio alguno al país. En síntesis, la embotelladora sólo reducirá el caudal de la acequia en el equivalente de un minuto, dato que revela que el proyecto no tiene la menor seriedad que muestra el oficialismo.
Finalmente, el proyecto hidroeléctrico tampoco tiene mayor significado. Su instalación será costosa y la producción de energía servirá sólo para la zona y regiones aledañas, donde por lo demás no existe población, lo cual no sería de interés, pues, finalmente, el agua utilizada en la hidroeléctrica no se quedará en Bolivia sino seguirá su curso hacia abajo, o sea hacia Chile, lo que demuestra que la medida no arregla el problema del agua de los manantiales.
El nuevo engaño del Silala es ostensible; es prolongación del Acuerdo Fatídico de los 13 puntos y carece de la menor sindéresis y más parece un plan chileno que boliviano. Con tramposas fórmulas echa arena en los ojos del pueblo boliviano para que no vea la realidad. Por lo tanto, es de esperar que alguna vez se considere el asunto en su verdadero alcance y, después de cinco años de abandono, la Cancillería -si existe- asuma el rol de defensa de los bienes naturales de la Nación y no siga diluyendo el caso como sucede actualmente.
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