En la batalla de Suipacha, llevada a cabo el 7 de noviembre de 1810, se produjo la primera victoria de un Ejército patriota sobre el Ejército realista que quedó completamente aniquilado en tierras potosinas, muy cerca de Tupiza, en el Alto Perú, durante la larga Guerra de la Independencia. Por un corto tiempo con la lucha de Suipacha se había liberado a las cuatro provincias altoperuanas, confirmando su unión con la Junta de Gobierno de Buenos Aires.
La primera expedición militar que envió la Junta de Buenos Aires al Alto Perú estuvo dirigida por los generales Díaz Vélez y Antonio Gonzales Balcarce y, sobre todo, por el representante de la Junta, el doctor Juan José Castelli. Este contingente argentino al arribar al Alto Perú recibió gran apoyo de los montoneros chicheños, tarijeños y cinteños. Estos valientes tupiceños salvaron al Ejército libertador luego de un primer encuentro desfavorable en Cotagaita, tuvieron participación relevante en la gran gesta a orillas del río Suipacha.
Al tener conocimiento de la victoria de Suipacha, los patriotas potosinos Salvador José Matos, Manuel Molina, Pedro Azcárate, Alejo y Mariano Nogales y otros valientes, promovieron la revolución del 10 de noviembre en Potosí, con la consecuente destitución del Intendente Gobernador Francisco de Paula Sanz y la organización de una Junta de Gobierno que reconoció a la junta porteña como suprema autoridad.
Suipacha tuvo como corolario, además, el glorioso encuentro de Aroma, donde el caudillo cochabambino Esteban Arze al mando de las montoneras armadas en su mayoría de hondas y palos, triunfó sobre las huestes españolas acantonadas en el norte, el día 14 de noviembre y las obligó a cruzar el río Desaguadero y huir al Perú. Con ello, el Alto Perú confirmó su autonomía americana y junto con las provincias de la actual República Argentina, fue el único territorio del continente que se había liberado del dominio español.
Lamentablemente, el radicalismo político del doctor Castelli, heredado de las aulas de la Universidad de Charcas y que lo impulsó a ser implacable e intransigente con sus adversarios, fue determinante para el fracaso de esta primera independencia del cono sur americano.
Primeramente, Castelli no aceptó las condiciones en las que querían capitular los jefes españoles Vicente Nieto, presidente de la Audiencia de Charcas y el general José de Córdova, después de Suipacha. Cabe citar, al respecto, el comentario del historiador argentino don Luis Paz: “¿Cómo no supo apoderarse Castelli de esta incalculable ventaja que se le ofrecía sin buscarla? Cuando después de más de un siglo se reflexiona que comenzó aquí la cadena de desaciertos que produjo una guerra de quince años, la sangre estalla en el corazón”.
Luego al decretar el fusilamiento de Nieto y sobre todo del gobernador Paula Sanz, Córdova no sólo se enajenó la simpatía de los altoperuanos, quienes conocían la hidalguía de esos dignos chapetones, sino que determinó la imposibilidad de cualquier entendimiento con el virrey del Perú.
De este modo, el virrey José Fernando Abascal rechazó la propuesta de paz de Castelli y sólo aceptó un armisticio de 40 días. Como se sabe, poco antes de que finalizara el mismo, el generalísimo Manuel de Goyeneche atacó a las fuerzas patriotas en Guaqui, el 20 de junio de dicho año y las derrotó completamente. Los hermosos días de Suipacha, Aroma y de las revoluciones de Cochabamba, Santa Cruz y Potosí se habían disipado.
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