Elecciones del Beni: La pugna de dos procesos histórico-políticos


II

LO QUE ES BUENO PARA EL PODER NO SIEMPRE ES BUENO PARA EL PUEBLO

Abundando en otros detalles, el MAS es una fuerza política con muchas ventajas frente a otras organizaciones políticas, para reproducirse como poder dispone de enormes recursos económicos, institucionales y normativos, y sin fiscalización, para incidir en el comportamiento del electorado. Es notable la discrecionalidad con que distribuye los recursos financieros del programa “Evo cumple”, modificando las normas básicas de adquisición de bienes y servicios mediante simples decretos. Y su financiamiento no es menos arbitrario al contratar créditos o recibir donaciones con aquel objeto.

Es innegable su impacto propagandístico al inaugurar y entregar obras de responsabilidad prefectural y local, los mismos que son reproducidos masivamente por todos los medios de comunicación masivos como la radio y televisión. La condicionalidad para acceder al financiamiento presidencial adquiere un sesgo sectario porque mediante ella favorece selectivamente a las autoridades de su preferencia si no ejecuta obras en forma directa. El centralismo del poder le permite suplantar competencias de niveles subnacionales con la aquiescencia de sus partidarios.

En su lógica hegemónica ha logrado ampliar su control sobre siete gobernaciones y la mayoría de las alcaldías. El control sobre una red (más de 50) de radioemisoras comunitarias en idiomas nativos le permite influir en la formación de la opinión de un amplio segmento de oyentes. No se puede ignorar que tal influencia le permite presumir de un alto grado de representatividad. Sus relaciones prebendales con las organizaciones sociales pro oficialistas cultivan la lealtad de éstas para las eventualidades electorales, sabiendo o sin saber, busca cerrar filas con las organizaciones urbano-rurales, condición de suma importancia porque mediante ella genera la legitimidad o al menos la popularidad exigida por el patrón político electoral.

Este afán electoralista del Gobierno ha sustituido los objetivos de cambio descolonizador y las reformas estructurales normativas e institucionales por la urgencia de reproducir el poder por el poder. Un poder de base caudillista como es el del MAS, si bien tiene los mecanismos para realizar un vasto programa de transformaciones socioeconómicas, debido a sus inevitables desviaciones centralistas comete errores irreparables impunemente, contra los intereses indígenas y populares con sus efectos regresivos en la larga lucha anticolonial del movimiento indígena.

Los indicadores de la persistencia del colonialismo interno

Pero la situación sociopolítica nacional fluye con la aparente calma de los ríos benianos. Si bien el Gobierno ha merecido reconocimiento público del representante de las NNUU en Bolivia por la erradicación de la coca ilegal, de la CEPAL y el FMI por el manejo macroeconómico, y la disminución de la extrema pobreza, no podemos ignorar que tales apreciaciones por su carácter institucional no son valoraciones estructurales sobre el estado de la democracia en Bolivia ni sobre las políticas de crecimiento, que son las únicas referencias que nos permite apreciar sus efectos de mediano y largo plazo.

Sucintamente podemos señalar que el gobierno del MAS, durante el tiempo de su gestión, ha disminuido su representatividad indígena y popular en la percepción de estos mismos sectores. Sectores indígenas y populares que votaron masivamente por el MAS, hoy se hallan frustrados y descontentos o se han separado de este partido. La razón fundamental es que el modelo de gestión derivado de su denominado “socialismo comunitario” no es propiamente una ruptura con el execrado neoliberalismo, sino una ruptura con la lucha anticolonial del movimiento indígena y su estrategia de descolonización.

Este socialismo nominal reproduce las mismas prácticas de los partidos tradicionales del colonialismo interno: secante centralismo, pretensiones hegemónicas de poder, desinstitucionalización de los órganos de poder del Estado, carencia de iniciativas de transformación del aparato productivo, dependencia de la renta de materias primas, inexistencia de una política de inversiones productivas. En tal contexto es natural el rebrote de la conflictividad social, la falta de oportunidades de empleo, especialmente para la población joven, que termina empujada a actividades ilegales o al autoempleo informal, creciente inseguridad ciudadana.

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