Con grandes aspavientos de autoridades potosinas, por un lado y, por otro, con creciente nerviosismo de algunas autoridades chilenas, se ha reactivado el conflicto por los manantiales del Silala, al extremo que algunos analistas del Mapocho han utilizado el concepto de casus belli. La causa que reavivó el impasse -archivado hace tiempo en la Cancillería boliviana- fue el proyecto de instalar en la quebrada del Silala un criadero de truchas, una embotelladora de agua y una pequeña planta hidroeléctrica, lo cual significaría que Bolivia podría aprovechar casi el 50 por ciento de las aguas de esos manantiales, que fueron desviadas hacia territorio chileno.
La preocupación de ambas partes es el uso del agua y ambos interesados tienen sus puntos de vista que, sin embargo, no han sido aclarados, pues hasta ahora no se ha hecho algún estudio científico de las fuentes de agua y menos análisis jurídicos que sirvan como punto de partida para una resolución.
En todo caso, el supuesto aprovechamiento de las aguas del Silala por la Gobernación potosina pareciera no tener la proyección que le dieron funcionarios chilenos, pues las apariencias sólo se redujeron a crear susceptibilidades poco razonables.
En efecto, refiriéndonos a los tres proyectos de la Gobernación de Potosí, se debe hacer las aclaraciones numéricas respectivas, aún no bien consideradas.
En primer lugar, la corriente de agua desviada a Chile tiene un promedio de 350 litros por segundo (y no 200 como dice Potosí). Cada minuto esa corriente que pasa a Chile es de 21.000 litros, lo cual quiere decir que cada hora transcurren a Chile 1.200.000 litros. Finalmente, cada día de 24 horas, el agua que regalamos al vecino es de 302 millones de litros, datos que, al parecer no toma en cuenta nuestra Cancillería, advertida de ello desde hace años en estas columnas.
Ahora bien, el proyecto de crianza de truchas no quitará a la corriente que baja a Chile ni una gota de agua, pues ésta no dejará de fluir por más diques o estanques que se construya. A lo más sufrirá alguna contaminación.
Lo que sí quitará volumen a la corriente será la embotelladora de agua, pero esa cantidad será tan insignificante como demuestran los números. Efectivamente, la embotelladora envasará, en el mejor de los casos, unas 20.000 botellas de un litro de agua al día, sin que se sepa todavía con qué costo y dónde será consumida. ¿Qué significa esa cantidad de agua embotellada? ¡NADA! ¿Por qué? Porque de los 30 millones de litros de agua que a diario pasan a Chile, sólo se utilizará 20.000 litros, o sea que, en el mejor de los casos, significa un minuto del curso de la corriente.
En esa forma, Chile seguirá utilizando el 99,9 por ciento del agua y sólo se le habrá quitado UN MINUTO del caudal de los 1.440 minutos que tiene el día, lo cual es, como se dijo antes, como quitarle al lobo un pelo.
En cuanto al proyecto hidroléctrico, se puede asegurar que no quitará, sino garantizará el paso del agua hacia territorio vecino, por lo que, en general, el asunto de las aguas del Silala no se habrá resuelto ni en lo mínimo con el proyecto potosino, ni muchísimo menos y así todo terminará en otro enorme cero, como está ocurriendo desde hace seis años en los que la Cancillería no da pie en bola y hasta parece que archivó el tema para siempre.
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