Recuerdos del presente
La subvención a los carburantes subió, desde Hugo Banzer hasta Evo Morales, de US$ 33 millones a US$ 1.060 millones. Por lo tanto, ahora el gobierno dice que es necesario un debate nacional sobre el tema.
La idea es averiguar si los sindicatos y organizaciones sociales que apoyan al presidente Morales tienen alguna otra idea para usar ese dinero.
Lo que quiere el Presidente es que alguien le ordene que suspenda la subvención, porque él, en persona, no se atreve a hacerlo, como lo demostró en diciembre de 2010.
Hay algunas cosas que estos gobiernos autoritarios no se atreven a hacer porque en ellas se les va lo que ellos llaman la “popularidad” pero que en realidad tendría que llamarse “costo de la popularidad”.
En diciembre de 2010, en efecto, Morales se murió de miedo cuando vio las reacciones de la gente ante el aumento de 73% que había ordenado que se aplique mientras él estaba de viaje al exterior.
Por un momento estuvo muy valiente y dijo que la subvención era “insostenible”, pero luego se asustó tanto que anuló la medida e incluso insultó a quienes habían elogiado su coraje.
Desde entonces su idea es todo un absurdo. Quiere que el pueblo le pida a gritos que, por favor, aumente el precio de la gasolina. Que lo pida en las calles, en las reuniones y en los debates públicos. Sólo porque él no se atreve a aplicar la medida.
Si, cumpliendo la constitución, él no estuviera en la carrera por la re-reelección (como la señora Cristina Kirchner en Argentina), podría dictar la medida pensando sólo en la salud de la economía boliviana.
Es el precio que debe pagar por este caprichito de querer ser re-reelecto. Es un costo muy alto. Todos los aviones que podía comprar, sin licitación, todas las fábricas que podía seguir instalando en el Chapare, también sin licitación, todas las carreteras que podría construir destruyendo parques naturales para permitir la invasión de los cocaleros, no tendrían un costo tan alto para el país.
Hay una cuenta que podría ser comparada: el costo de seguir privilegiando la exportación del gas natural en lugar de atender la demanda interna.
Esto no parece tan dramático como la cuenta de la subvención, pero es más dañino para el país, porque posterga el desarrollo económico, porque muestra que para su gobierno lo único importante es seguir recibiendo dinero para dar la impresión de que lo está haciendo bien.
Si el presidente supiera lo grave que es privilegiar la exportación del gas y postergar el consumo interno estaría más preocupado por ese tema que por la subvención a los carburantes.
Pero él también es víctima de lo que se llama la soledad del poder. En esa soledad los presidentes sólo reciben los informes que les gusta recibir, sólo escuchan a los mentirosos que más les hacen sonreír.
Una consulta nacional sobre el uso del gas natural le diría que el país prefiere que se atienda el consumo interno. Esa sí que sería una consulta importante.
Pero los presidentes no tienen tiempo para mirar la verdad.
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