El gas ha resultado tema obligado cuando se habla de asuntos económicos y, mucho más, de exportaciones y compromisos que se tiene con Brasil y Argentina; sin embargo, nos hemos quedado con anuncios de YPFB o de alguna autoridad gubernamental, expresados hace varios años sobre posibles reservas que despertaron mucho optimismo en el Gobierno y en la comunidad.
La verdad es que el tiempo se encargó de mostrarnos realidades porque las reservas anunciadas no habían sido realidad y, desde entonces, se habla de nuevas investigaciones para comprobar cuánto gas tenemos y qué posibilidades hay para su explotación tanto en el futuro como en el presente. Jugar con cálculos al azar no es bueno porque se crea expectativas falsas en el país y nos mostramos poco serios en lo internacional.
Brasil contará, seguramente en corto tiempo, con un potencial gasífero muy grande; por su parte, Argentina también explotará el energético en el futuro cercano; pero, entretanto, ambos países requerirán aún del gas boliviano y es preciso estar preparados inclusive para la eventualidad de que podamos aumentar los volúmenes a la Argentina. Por otro lado, es urgente pensar en lo interno: conexiones domiciliarias que se hace en todo el país, necesidades a cubrir de nuestra escasa industria, transformación de los sistemas de automotores y, algo muy importante, su utilización para generar electricidad.
Estamos, pues, en una especie de “cuerda floja” y no tenemos forma de prever el futuro inmediato ni mediato. La verdad es que nos hemos “dormido en nuestros laureles” con la falsa idea de que poseíamos grandes reservas. Luego de la “nacionalización” del petróleo -más concretamente cambio de contratos a las compañías extranjeras-, lo que debió hacerse con las mismas empresas es prospectar cuánto tenemos y qué somos en el concierto latinoamericano en lo que se refiere a tenencia de este importante hidrocarburo.
Tenemos que estar seguros de que a las petroleras que trabajan en nuestro país, muy poco les debe importar sacar más petróleo y gas; lo conveniente es guardar las concesiones para el futuro, o sea contar con energéticos que “bien guardados” arrienden seguridad y utilidades, pero con base en concesiones ya otorgadas y que, en casos, sólo requerirán actualizar o ampliar contratos.
El Gobierno debería hacer que YPFB sea una empresa dinámica, productiva y asumir el liderazgo que le compete en la explotación de petróleo y gas. No debe estar, como ahora, como simple espectadora de lo que ocurre en este campo con las empresas extranjeras. Debería, además, retomar el control de los campos Margarita y San Alberto, que fueron entregados en “bandeja de oro” cuando se sabía que eran los mayores productores.
Es preciso no dejarse ganar con el tiempo y dar espacio a que las grandes compañías petroleras del mundo crezcan dejándonos a la zaga. El Gobierno, entre los anuncios que hace, debería preocuparse por atender este rubro tan importante, ya que tan sólo por descuido, perdemos hasta la posibilidad de explotar el Mutún, sabiendo que se trata de un emporio de riqueza y que, con el gas suficiente, se podría trabajar creando riqueza que diversifique la economía y, sobre todo, genere empleo.
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