BBC Mundo.- Hanns Scharff, oficial nazi y experto interrogador, fue un precursor de la amabilidad como método para obtener información de prisioneros de guerra. Más de 60 años después, un exagente del FBI cuenta cómo la persuasión –y no el castigo– le sirvió para conseguir que el chofer de Osama Bin Laden admitiera haber trabajado para el difunto líder de al Qaeda.
“La amabilidad quiebra la resistencia de un hombre mucho más fácilmente que la brutalidad. La brutalidad se puede resistir”, dijo el oficial alemán Hanns Scharff, conocido por la gentileza con la que interrogó a pilotos aliados prisioneros durante la Segunda Guerra Mundial.
Y algo parecido cree Ali Soufan, un libanés-estadounidense que fue agente especial del FBI y participó como interrogador en varios de los más relevantes casos de la guerra de Estados Unidos contra el terrorismo.
Trabajó en la cárcel de Guantánamo, donde la CIA y sus contratistas aplicaron “técnicas mejoradas de interrogatorio” autorizadas por EEUU en 2002, entre ellas el llamado submarino –que consiste en sumergir la cabeza del detenido–, privación de sueño o el uso de capuchas.
“En cada caso al que me enfrenté utilicé dos cosas, empatía y conocimiento”, cuenta Soufan, autor del libro The Black Banners: The Inside Story of 9/11 and the War Against al Qaeda (Banderas negras: la historia desde dentro del 11-S y la guerra contra al Qaeda).