El título indudablemente no dejará de llamar la atención a unos y otros. Sin embargo estamos seguros de que se ajusta a lo observado por infinidad de personas día tras día.
Estamos hablando, claro está, de lo que acontece en los denominados minibuses, que hace mucho tiempo ya han dejado de ser un servicio cómodo, eficiente y seguro. Hoy, y también debido a las malas costumbres de muchos usuarios, tales motorizados son prácticamente una especie de “salones móviles de belleza”, lugares para comer desde salteñas, llauchas, sandwiches, tucumanas, papas fritas y otros, o finalmente vehículos para transportar bultos y carga.
Lo hemos dicho una y otra vez -aunque al parecer a nadie le importa mucho- que muchos de estos “minis” se hallan en condiciones poco menos que deprimentes: con asientos destartalados y modificados, vidrios rotos, ventanillas que no pueden ser abiertas, carencia de botiquines de primeros auxilios, llantas de repuesto en el interior de los mismos, lo que incomoda a los pasajeros, pequeñas banquetas adicionales, además de un pasajero de pie, y otro en el espaldar del asiento delantero, amén de otros problemas que a diario soporta estoicamente el usuario.
Pareciera que las autoridades, del ramo que fueren, no quieren o no se han dado la tarea de verificar el interior de dichos vehículos, y todo se reduce a hacerlo externamente. Entonces, fuera de que moros y cristianos deben aguantar las incomodidades, menos el maestro del volante, claro que la inseguridad está a la vista: por exceso de pasajeros y carga, lo que más de una vez ha ocasionado accidentes. ¿Nadie quiere percatarse de esta tremenda dificultad?
Al igual que la prohibición de llevar “quinto pasajero” -que no se la respeta- en los también denominados “trufis”, donde los conductores son incomodados por ocasionales pasajeros, puesto que deben maniobrar con las palancas, freno de mano, caja de cambios y demás accesorios, sucede lo mismo en muchos minibases, los cuales sólo están diseñados para llevar un acompañante. Pero modifican dicha parte delantera, y siempre harán que ingresen dos personas adicionales.
A todo ello se suma lo apuntado al principio: casi son salones móviles de belleza, por cuanto muchas componentes del denominado “sexo débil” tienen la mala costumbre de salir atrasadas de casa, y hacer del minibús su centro de arreglos personales de belleza. Alguien dijo “y lo peor es que hasta protestan y se enojan cuando se les interrumpe para descender del motorizado”. Otras personas comen de todo durante el trayecto, y los olores son insoportables porque las ventanillas no pueden ser abiertas debido a que son fijas. En realidad todo ello se traduce en una falta de respeto a las normas de urbanidad.
En fin, se puede decir mucho más, empero, ¿le interesará a alguna autoridad o dirigente de ese sector buscar soluciones? Estaremos aguardando los sufridos usuarios, hasta que se ponga orden, o quizá hasta que desaparezcan de La Paz tales minibuses por la propia acción del ramo, que ya anticipó la dotación de más de dos mil buses modernos a sus asociados. Además la alcaldía tiene que poner en funcionamiento el servicio de buses articulados, según lo ofrecido en su campaña electoral. Y según parece, un golpe definitivo vendría a significar la construcción del teleférico.
Como se verá, la esperanza no está perdida, parece que todo será cuestión de esperar, aguardar con una paciencia jobiana, que ya vendrán tiempos mejores en materia de transporte público que responda a cánones modernos de eficiencia, comodidad, seguridad y rapidez.
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