Elecciones del Beni:
Nicomedes Sejas Terrazas
III
EL DESCONTENTO POPULAR CONSTRUYE SU PROPIO LIDERAZGO
Los resultados electorales del sistema judicial son una muestra del enorme rechazo popular que provocó la iniciativa oficialista al arrastrar a las urnas para una costosa e insólita elección de magistrados por sufragio universal. Aquel espontáneo y contundente rechazo del electorado no fue capitalizado por la oposición porque algunos “líderes tradicionales” (UN y MSM) fueron cómplices de la aprobación de aquel procedimiento (CPE: Art. 182).
Los hechos nos enseñan que el descontento popular tiene lucidez y capacidad de autoorganización para resolver las crisis del sistema político, pero aquella respuesta tiene una racionalidad que no deviene en la clarificación de preferencias electorales siguiendo reglas específicas. Sin ser necesariamente temerarios, creo posible afirmar que la principal motivación del descontento popular está ocasionada por los indicadores señalados más arriba.
Si es válida la observación de que el movimiento indígena y popular ha logrado posicionar el protagonismo étnico, de ello podemos seguir que los liderazgos tradicionales y los proyectos electoralistas tienen escasa oportunidad para constituirse en una verdadera opción de poder. No se trata sólo de una renovación facial ni de construir una opción de poder alternativo con los viejos instrumentos de la componenda y la prebenda, sino de asumir los objetivos políticos anticoloniales de la lucha indígena.
La única oposición posible es la construcción de un programa político de descolonización en torno al liderazgo indígena. Es el simbolismo étnico el que durante el presente siglo ha logrado movilizar al electorado indígena y popular en pos de sus tradicionales objetivos políticos de liquidar los resabios coloniales que impiden la construcción de un nuevo orden socioeconómico, una ciudadanía igualitaria con equidad distributiva y respetuoso de la pluralidad de cosmovisiones.
En tal perspectiva no podemos esperar una contribución significativa del socialismo utópico ni del liberalismo conservador en los que se sustentan los electoralistas que no perciben que la acción política es menos pragmatista, hoy no es posible construir puentes sobre los ríos de sangre, o disfrazar el oportunismo con discursos populistas, carentes de principios o de ideologías de profundo arraigo cultural.
OPORTUNIDAD ÚNICA DE LA OPOSICIÓN
El descontento creciente de la ciudadanía por los desaciertos de la gestión gubernamental induce a la ingenuidad de creer que cualquier oposición será favorecida por el voto indígena y popular. Por de pronto, esta falsa suposición no ha sido suficiente para construir una oposición fuerte y unitaria para encarar las próximas elecciones en el Beni; al parecer, el viejo caudillismo, plagado de pequeñas disensiones electoralistas, han rebrotado a la par de su miopía para percibir que el electorado está descontento, pero no dispuesto a tragarse nuevas ilusorias promesas, como el señuelo de la democracia.
No se trata simplemente de recuperar la democracia formal, que siempre favorecerá a las elites tradicionales, sino de profundizar la práctica democrática verdaderamente participativa; institucionalizar la transparencia de la gestión pública restaurando mecanismos de fiscalización eficientes; construir participativamente una normatividad que inspire su acatamiento voluntario. Un programa de tales características sólo es posible en torno a un liderazgo de reconocida representatividad indígena y popular, esto es, un liderazgo comprometido con el sentido de la historia de la lucha anticolonial del movimiento indígena, en cuya dinámica será posible resolver los problemas estructurales de la sociedad boliviana.
Las elites tradicionales y la clase media ideológicamente colonizadas han fracasado en construir una sociedad capaz de crear mejores condiciones de vida para las familias: la izquierda tradicional insiste en la instauración de su utópico socialismo y los liberales tradicionales en la caduca democracia formal. La actitud de los caudillos tradicionales del UN, el MNR y el MSM, con sus viejos paradigmas, al fragmentar a la oposición, se aprestan a arrastrar a los descontentos detrás del oficialismo en el Beni y sentar las bases pro oficialistas para las siguientes elecciones nacionales. En cierto modo es la repetición del proceso electoral del año 2009.
Las elecciones para la gobernación del Beni se encaminan a dirimir dos procesos histórico-políticos de Bolivia: la lucha anticolonial del movimiento indígena-popular y su estrategia de descolonización frente a los liberales conservadores y los socialistas utópicos que hacen fuerza común contra la modernización de la sociedad boliviana.
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