Se puede ver muchas aberraciones, pero llega a lo inverosímil que en un bien público edifiquen particulares para su propio beneficio. Lamentablemente ese país no es otro que nuestra desventurada Bolivia. Ahora sucede que reclusos de la cárcel de San Pedro edifican celdas por cuenta propia para comercializarlas entre sus compañeros de reclusión o venderlas a los nuevos detenidos que puedan cotizar 10.000 dólares por cada una, tal como acaban de elevar denuncia algunos internos tanto a la gobernación del llamado Panóptico como al Director Nacional de Régimen Penitenciario.
La población sabe que no sólo en la cárcel de La Paz sino que en las del interior sucede a diario todo lo malo y contrario a un mediano régimen interno. No obstante la referida denuncia constatada por la prensa local rebasa todo sentido de racionalidad. Sin inmutarse, la autoridad nacional penitenciaria y el Gobernador de San Pedro avalan la construcción porque dicen que será de uso común y les parece normal que se edifique “en áreas que son de propiedad del Estado”.
¿Dónde realmente estamos para que personas privadas tengan que suplir las obligaciones que corresponden al Estado?, nada menos que por penitentes sociales para efectuar negocios en propiedad pública con el sugestivo beneplácito de las autoridades del rubro, como que la denuncia subraya que existen preventas al mejor postor.
Tampoco es novedad que los reos tengan que erogar para conseguir el traspaso de una celda conforme a sus posibilidades económicas, en un recinto construido en el Siglo XIX para un máximo de 400 personas, albergando al presente a unos 1.500 presos, muchos acompañados de esposas e hijos de corta edad. El Estado nada hace para revertir de algún modo tan peculiar situación y en este capítulo deja el campo a la “iniciativa privada”. Cedemos, pues, la palabra al legalista Ministro de Gobierno, cabeza de sector.
Sin embargo, la Asamblea Legislativa se encuentra a punto de sancionar una ley que autorizará un monto faraónico para construir un nuevo Palacio de Gobierno y otro para el Órgano Legislativo, amén de la compra de dos satélites, un avión presidencial de lujo y diversas dádivas a la nueva clase política.
Todo esto no sólo ante esta vergonzosa inversión de desahogo al hacinamiento carcelario, aunque bajo condición de retorno, pese a hospitales desmantelados y carentes de equipamiento, insuficiente personal médico y sanitario. Frente a ello regodea la insaciable burocracia oficialista, sin importarle el sinnúmero de necesidades insatisfechas a despecho del Socialismo del Siglo XXI.
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