La actual situación del transporte aéreo en Bolivia es crítica por la sobreposición que existe entre la oferta y la demanda; se refleja una demanda no satisfecha y un mercado aéreo en las rutas internas o cabotaje en constante crecimiento. La noticia última del surgimiento de un inversor para el LAB es inequívocamente esperanzadora, pues todos los bolivianos conocemos el prestigio de esa empresa y los éxitos comerciales logrados en el concierto latinoamericano de líneas aéreas y en Europa durante varias décadas de ejercicio operativo.
De no poseer el LAB su valioso intangible y los derechos de tráfico aún vigentes y la experiencia recolectada, no atraería inversores, si éstos no estuvieran seguros de que la empresa puede reflotar. Por ello, para beneficio del país sería deseable que las autoridades colaboren a estos inversores y verifiquen su real implementación.
La situación mediterránea de Bolivia y la cualidad de ser un país eminentemente aeronáutico, como consecuencia de su accidentada orografía, debería hacer responder con proyectos y leyes eficaces inmediatas a las autoridades, sobre este filón de riqueza aún no explotado, preservando lo existente. Y es que es muy difícil establecer una línea aérea, administrarla, explotar las rutas elegidas, crecer en patrimonio y prestigio. Ante todo se debe evitar los monopolios que, a la postre, paradójicamente constriñen un mercado, bajan la calidad de atención al pasajero, que es el que sustenta a las aerolíneas, y no permiten un crecimiento regular del mercado, evitando su expansión y que se produzca el fenómeno del salto cualitativo del transporte terrestre al aéreo, que en nuestro país es muy considerable. Es suficiente comprobar las estadísticas de ocupación de transporte terrestre.
La explotación del tráfico aéreo es la base fundamental para el real despegue económico del turismo en Bolivia. Si no se soluciona el aspecto del transporte aéreo, se convierte en una falacia cualquier proyecto de llegar al millón de turistas anuales, como primer objetivo.
Si asentimos que la presencia de nuevas líneas aéreas en el país es factor de generación de riqueza y empleo, independientemente de otros valores agregados, como la formación de personal boliviano en la dinámica y cambiante industria, que decanta en la adquisición de una profesión técnica válida para todos los países donde haya ejercicio de la aviación, es una contradicción que los propios cuerpos jurídicos que regulan la aeronavegación no formulen medidas atractivas para el incremento del tráfico aéreo en Bolivia, que ya sufre con una infraestructura de aeropuertos muy aceptable en relación con otros países, especialmente los limítrofes, de muchas horas de ociosidad en la actividad cotidiana, y sirven mayoritariamente para los vuelos de cabotaje, que tampoco reflejan índices de intensa actividad.
Es una entelequia pretender hacer de Bolivia un país atractivamente aeronáutico, si constatamos que los costes del ejercicio de la aviación son muy altos o altísimos, como sucede con el tema del combustible para la aviación, que actualmente, por la aplicación de fórmulas complicadas e ininteligibles en la aplicación del precio al consumidor, ese imprescindible derivado del petróleo aparece gravado con impuestos que alcanzan el 71%, por supuesto muy superiores a los vigentes en los países limítrofes y extra limítrofes.
Bolivia no puede abstraerse de los condicionantes económicos imperantes que en la actualidad conspiran para que la aeronavegación, imprescindible en nuestros días, se haya tornado en el desarrollo de constantes procesos de evaluación de costes, precisamente por la sensibilidad de la misma. Se gasta enormes sumas de dinero en el perfeccionamiento de la seguridad para los pasajeros, lo que inevitablemente incide en el coste de los billetes de pasaje, aunque se aclara que este gasto tiende a la preservación de la vida humana que es nuestro máximo valor. Lo ideal, puntualizando en términos económicos, es que los costes generales de la operación aeronáutica, incluido el combustible, no sobrepasen el 35%.
Por otro lado, no se debe descuidar nuestra fe de Estado para cumplir convenios internacionales, y en este punto precisamente, el país al ser signatario del Convenio de Varsovia se compromete a crear infraestructura aeroportuaria, una aeronavegación internacional con presencia de multitud de líneas extranjeras de tráfico regular, con condiciones óptimas de seguridad, económica, accesible y libre de monopolios.
El autor es abogado corporativo, Posgrado en Derecho Aeronáutico y Arbitraje y Conciliación.
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