Tan pronto como se conoció noticias de las revoluciones de La Paz y Buenos Aires, los pueblos de Cochabamba y Oruro se pronunciaron a favor de la independencia del Alto Perú. La decisión del gobernador realista Juan Ramírez era definitiva. Había que escarmentar a los sublevados de Oruro y Cochabamba. Con este propósito dio órdenes terminantes al coronel Fermín Piérola, quien partiría al encuentro de los insurgentes con 600 infantes y 200 dragones. Ramírez estaba seguro de que sus soldados, debidamente equipados, eran suficientes para reducir a las fuerzas patriotas de Tomás Barrón, que días antes desalojaron al poder colonial de las tierras orureñas.
Pero Ramírez estaba lejos de sospechar que a las tropas de Barrón, organizadas en dos compañías de infantería apoyadas por dos piezas de artillería, se uniría muy pronto el contingente del coronel Esteban Arze que con 1.000 efectivos había partido de Cochabamba al mando del Teniente coronel Francisco de Rivero el 9 de octubre y se aproximaba a Oruro después de cuatro días de caminata forzada.
Producido el encuentro de las fracciones insurgentes, ellas decidieron identificarse usando sombreros de lana o montoneras de cuero, pantalón arremangado y ojotas de cuero para cubrir los pies. Mientras, la jefatura asumida por Arze resolvió organizar a las fuerzas patriotas de la siguiente manera. Infantería: aproximadamente 940 efectivos mal armados, pocos con fusiles y escopetas; muchos con “chusus”, la mayoría con macanas y látigos atados a mangos de madera. Artillería: 10 cañones de estaño conducidos por 40 combatientes. Caballería: 80 hombres armados de largas varas terminadas en filosos cuchillos remachados con fuertes cuerdas, uno que otro sable y algunas dagas. Una fracción de esta caballería debía proteger el avance de la artillería.
Este ejército con cerca de dos mil hombres fue el primero que se organizó en el Alto Perú con elemento criollo. La arenga de Arze se escuchó e hizo eco el 14 de noviembre de 1810: “¡Valerosos cochabambinos, ante vuestras macanas el enemigo tiembla!”.
Así organizados los patriotas y avistados ambos ejércitos en las llanuras que se extienden hasta el pueblo de Panduro y cercanías de Sica Sica, se inició la batalla, en la que el jefe realista formó a sus tropas en línea, sin buscar posiciones. Ante el avance de la infantería de Arze, que se cubría ocultándose entre los matorrales de la llanura ante cada descarga enemiga, la caballería patriota cortaba toda retirada.
Asimismo, la artillería desde las elevaciones apoyaba con sus fuegos de asalto, entablando la lucha sangrienta y desesperada, cuerpo a cuerpo, en la que rápidamente los realistas fueron desarmados a palos, a garrote limpio, a pedradas, con látigos, sin darles tiempo a poder volver a cargar sus armas, viéndose desesperados y atemorizados.
Luego de una hora de encarnizada lucha se vieron obligados a emprender una desordenada huida a Sica Sica, para después declararse en franca retirada con destino a Guaqui, donde las fuerzas realistas tenían su cuartel general.
Así Esteban Arze puso en fuga al coronel realista Fermín Piérola y su derrotado ejército. El triunfo en las pampas de Aru-uma o Aroma tuvo consecuencias trascendentales, pues el brigadier José Manuel de Goyeneche pretendía avanzar hasta Oruro y Cochabamba para ahogar toda idea libertaria de esos pueblos, pero su derrota desbarató dicho plan, lo que muestra que una batalla victoriosa influye decisivamente en el resto de las operaciones.
La batalla de Aroma fue uno de los fastos de gloria de los guerrilleros que en una lucha dura y desigual que se extendió por 15 años, fueron conquistando la independencia de nuestro territorio.
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