Con el marco histórico del feudalismo, el poeta húngaro Sándor Petófi vio la luz del mundo el 1 de enero de l823. De origen humilde, pues su padre trabajó como tabernero y carnicero rural, Sándor hizo de todo un poco debido a que su progenitor dejó de costearle sus estudios; pasando inicialmente a servir en la milicia, de cuyo periodo luego escribirá que “al soldado mejor adorna el valor que la vestimenta”.
Antes que trabajar como carnicero, tal cual era el deseo paterno, prefirió participar en una compañía ambulante de comediantes, al igual que le sucediera a Charles Chaplin medio siglo después, quien sostuvo que la poesía no es sino un telegrama de amor dirigido al mundo.
Sándor volvió a los estudios, alternando con condiscípulos menores que él, circunstancia que no le afectó anímicamente. Pero en el fondo de su espíritu germinó a temprana edad su inclinación poética y a los 19 años, en mayo de 1842, publicó su primer poema. Pasados unos cuantos años adquirió inusitada fama que cubrió la geografía patria de confín a confín, recorriendo comarca tras comarca bajo el signo de sus cantos a la libertad y haciéndolo con la devoción y entrega de un jovenzuelo hacia su primer amor.
Preparó y publicó colecciones de su obra poética. Un año antes de su desaparición física, elaboró una antología de producciones escritas durante los años 1842 al 1847, entre las que se destacan “En mi patria”, con temas intensamente líricos, propios de la adolescencia; “Desde lejos”, “En mi tierra natal”, evocando en ambas su infancia, paisajes y seres del entorno, así como “Bebiendo”, una ofrenda a Baco, o Dionisos griego, de quien se ocupara una legión de autores en todo tiempo y lugar.
Uno de los rasgos característicos de los poemas de Sándor no es otro que el patriótico y sentimental, herencia de la corriente romántica; habiendo escrito: “Libertad y amor,/ ambas cosas me preocupan./ Por el amor daría la vida/ y el amor por la libertad”. Se adscribe, por tanto, al romanticismo, entendido como el movimiento artístico e intelectual en el que sus cultores se apartan de la rigidez de las reglas de composición y estilo establecidas por los autores clásicos, atendiendo más bien a postulados individualistas, subjetivos, que movían a valorar el paisaje y apreciar el alma de las cosas.
Este legendario autor húngaro, que fuera estimado como el mayor lírico de su país, dejó títulos tan importantes como “Canto nacional”, “Frondas de ciprés” y “Janos el valeroso”. En suma, una vida ofrendada al culto de la poesía se troqueló con las ansias de libertad de su pueblo.
La primavera de 1848 marca la insurgencia de movimientos revolucionarios en Francia, Italia, Alemania, Viena y Hungría, época que coincide con la culminación de la poesía de Petófi con su “Canto nacional”. Justamente en dicho año el poeta participa en acciones de armas, fracasando la guerra de la independencia del pueblo húngaro a raíz de la supremacía numérica de las fuerzas rivales, y a los veintiséis años rinde su vida en holocausto a la libertad el 31 de julio de 1849.
No obstante la corta existencia del notable vate húngaro, venerado en su país como ningún otro ciudadano, al punto que como apuntara Gyorgy Radó: “En Hungría no hay ciudad o población que no haya dado a una de sus calles o plazas el nombre de Sándor Petófi. Y en el mundo entero no hay ninguna lengua literaria a la que no hayan sido traducidos versos de este poeta magiar”, su obra y figura heroica son inmortales.
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