[Armando Mariaca]

A mayor endeudamiento, más pobreza e inflación


El entender mal lo que es la economía, ha sido muchas veces causa de más pobreza, atraso y dependencia en los países del tercer Mundo o también llamados en desarrollo. Creer que endeudarse es vivir y adelantar, ha resultado falsa premisa, salvo situaciones muy especiales, como la de invertir en obras de infraestructura, industrias rentables y creación de nuevas fuentes de riqueza que generen empleo; únicas formas que justificarían un mayor endeudamiento; pero es preciso convenir en que todo ello será efectivo en tanto su administración (manejo del dinero) sea acrisoladamente honesto, digno de merecer la confianza del pueblo y de quienes otorgan los créditos.

En nuestro país, para no alejarnos a otras latitudes, cabría hacer una especie de balance tan sólo de los últimos cincuenta años: un recuento de cuánto nos prestamos tanto de organismos financieros internacionales como de bancos y entidades privadas. Pero ello no estaría completo si no se señala, pormenorizadamente, cómo y en qué se gastó ese dinero. Que sería con auditorías de larga duración, que gocen de absoluta independencia, no reciban presión ni amenazas de nadie y actúen conforme a valores y conciencia, es innegable.

Cabe preguntar: ¿habría algún gobierno que se anime a establecer realidades sobre los préstamos que se nos dio? Por supuesto, habrá que tomar en cuenta también las donaciones y condonaciones de deudas que se nos hizo y, por supuesto, el cumplimiento de obras realizadas con esas condonaciones o perdón de deudas que estaban supeditadas y condicionadas a que, con ese dinero, se hagan obras de bien común.

Conseguir préstamos se ha hecho una “costumbre fácil para los gobiernos” porque su pago, a tantos años y con muchos de gracia, permite a veces el razonamiento: “Total, si no los pagamos ahora, los pagarán los futuros gobiernos”, y así muchas veces han crecido nuestras deudas como bolas de nieve y con la consecuencia de no haber servido para nada o, si sirvieron, fue para “presupuestos complementarios” o pago de deudas a organismos internacionales sin habérselos pagado.

Es importante entender que tanto la deuda interna como la externa atentan contra el Estado; en los hechos, resultan un baldón que los somete mucho más a la dependencia. En el caso de la deuda interna es muy fácil para los regímenes de gobierno cargar todo déficit financiero a próxima gestión, sabiendo que ello resta posibilidades a cuestiones importantes que deben ser realidad en cada año. Así los hechos, cada presupuesto anual debe cumplirse en el tiempo previsto y no “crear” nuevos gastos bajo la premisa de “cargar deudas al futuro”.

Como corolario habrá que decir: no es conveniente la cantaleta de sostener que el “endeudamiento proporciona riqueza” y ésta a su vez, “determina felicidad de los pueblos”; pero, ¿después de haber sacrificado la tranquilidad y preocupaciones de un país? Luego de haber restado posibilidades a proyectos importantes, porque “hay que pensar en pagar la deuda”. ¡Cuidado con estas tentaciones que, más antes que después, sólo ocasionan más pobreza e inflación!

Finalmente, hay que entender que a mayor endeudamiento hay siempre mayor pobreza, porque con parte de los ingresos ordinarios se debería honrar deudas e intereses en los plazos previstos; esto, por supuesto, resta dinero a lo necesario e importante que habría que hacer. Por otro lado, el endeudamiento, interno o externo, crea más inflación y ésta, a su vez, más pobreza. Corresponde preguntar: ¿vale la pena endeudarse, sobre todo si esos dineros no van a ser empleados debidamente en beneficio del país?

Lo más sensible de estas situaciones es que a quienes hacemos notar estas falencias en la administración del Estado por parte de los diversos gobiernos, se nos acusa de que somos parte “de la oposición” o “hacemos el juego a las oligarquías y a la rosca”, cuando sólo se trata de reclamar para que haya una sana, honesta y responsable administración del Estado.

El gobierno desde el año 2006 anuncia políticas de cambio y, si se quiere cumplir algo, tendría que ser, en lo inmediato, inventariar lo que se nos prestó, lo que se hizo con ese dinero y cómo se benefició al país. Este caso no puede ser dejado para las “calendas griegas”, si efectivamente buscamos que la honestidad y la responsabilidad sean parte de lo que el poder hace en estos tiempos.

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