A partir de los años 20 del siglo pasado, las informaciones que llegaban de Europa acerca de una nueva ideología que ofrecía acabar con la pobreza y otros males, así como la noticia de la victoria de la revolución socialista en Rusia, crearon, como reflejo inmediato, un ambiente de optimismo en algunos sectores juveniles que de inmediato enarbolaron las ideas importadas, pensando, finalmente, en hacer la revolución socialista en Bolivia.
En efecto, con objeto de atraer clientela y hacerse de militantes, se empezó a hacer propaganda socialista, por lo cual algunos sectores laborales se movilizaron e hicieron algunas huelgas que presagiaban una revolución. Pero la propaganda resultó una trampa y los obreros, en especial mineros, fueron violentamente reprimidos. Los dirigentes socialistas no dieron la cara y fugaron. Ese fue el primer fracaso socialista en el país. Esa “ideología” condujo a los obreros a la carnicería.
No terminó ahí esa experiencia, pues los socialistas (llamados izquierdistas) no dejaron de hacer propaganda y formaron un partido comunista que siguió realizando campañas ideológicas. Los socialistas volvieron a movilizar a las masas y provocaron la asonada de junio de 1930, derrocaron al presidente Hernando Siles y, acto seguido, entregaron el poder nada menos que a la ultraderecha patiñista, que no tardó en aplastar al movimiento obrero.
Enseguida, algunos partidos adoptaron el título de socialistas, siempre con el fin de atraer el apoyo popular. El Partido Republicano pasó a llamarse Partido Socialista Republicano, que sólo sirvió para consolidar las tendencias económicas más derechistas de la vida política del país y ponerse al servicio del colonialismo y el feudalismo de los grandes mineros y latifundistas.
No se debe olvidar que con motivo de la Guerra del Chaco, todos los izquierdistas buscaron refugio en países extranjeros, mientras los nacionalistas combatían en las trincheras.
Con ese engaño de titularse socialistas también aparecieron otros partidos que ofrecían a los trabajadores el cielo y las estrellas, pero en el momento de los hechos, los precipitaban a masacres como la de Catavi (1941).
Algo también notable es que los famosos socialistas se pusieron al servicio de las transnacionales, ayudaron a que éstas lleguen al Gobierno y cogobernaron con ellas para masacrar a los trabajadores. En realidad, esos Socialistas del Siglo XX eran falanges organizadas por la llamada “Rosca” para precipitar a los obreros a acciones políticas destinadas a que el Poder vuelva a manos de la ultraderecha, como ocurrió el 21 de julio de 1946, cuando el PIR “marxista-leninista”, el POR “trotskista” y otros colgaron al presidente Gualberto Villarroel y enseguida entregaron el gobierno a la oligarquía, cogobernaron con ella y protagonizaron matanzas de obreros y campesinos.
No fue ese el último error de los socialistas y comunistas, sino que en 1964 se opusieron a una revolución, la tumbaron para entregar, una vez más, todo el poder al imperialismo y la ultraderecha. Más tarde, arrepentidos se filtraron en gobiernos de “izquierda” para hacerlos fracasar. En esa forma, los socialistas nativos no sirvieron ni para la oposición ni para el gobierno.
La tradición política de los socialistas criollos es siempre la misma. Se trata de falsos profetas que son consecuentes solamente con sus inconsecuencias y cuya lista podría abarcar las páginas de una guía telefónica. Y ese “socialismo” ahora es el mismo y seguramente no variará porque marcha contra la historia.
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