Todos tenemos en casa centenares de fotografías que retratan un momento o un acontecimiento de nuestra vida, pero hay una fotografía especial, una que se destaca entre las demás, la de la familia, la que nos sacamos en el estudio fotográfico.
El día que me tomé la foto familiar fui al colegio con terno, y lo propio hicieron mis hermanos. Pasamos la jornada como bichos raros porque todos nos preguntaron a qué fiesta íbamos o qué celebrábamos.
A la salida del colegio nos esperaban papá y mamá, bien ataviados y juntos nos fuimos al estudio fotográfico. Allá estaban las luces, la tela de fondo, las máquinas y el fotógrafo. Todo olía a solemnidad. Mi madre dio el penúltimo toque al peinar bien a cada uno de sus retoños y en particular al menor. El último toque lo dio el fotógrafo que nos movió de un lugar a otro, nos dijo que sonriéramos un poco, que no nos moviéramos tanto y otras lindezas, de manera que la sesión duró hora y media. Tanto movimiento para tan poco baile.
Ese es más o menos el censo. Una fotografía al país en un momento determinado, con la diferencia que esta fotografía nos la tenemos que tomar cada diez años.
Pero entre la foto familiar y ésta hay una gran diferencia. A estas alturas del partido, hace 11 años estaban los 200 mil empadronadores bien predispuestos y preparados. Hoy los antecedentes marcan una improvisación, porque a falta de empadronadores convocaron a los estudiantes con la promesa de un obsequio de 15 puntos en la asignatura que elijan, y a los maestros con el incentivo de un año ganado en su hoja de servicios para el ascenso de categoría.
El director del INE hizo poco o nada para acercar a los medios de comunicación y extender a través de ellos sus inquietudes y luego persuadir a la sociedad. Salta a la vista una falta de información y dominio de este terreno.
Para colmo de males, los problemas de límites territoriales entre municipios, a sólo horas del censo, provocó un ambiente de incertidumbre. Además, hay preguntas que han quedado flotando en el limbo como el de la religión y la cuasi eliminación del término mestizo, hechos que perjudican el ambiente favorable que debe gozar un evento de esta naturaleza.
Es decir, se llegará a la fotografía con los personajes despeinados, con más dudas que certidumbres para tomarse la placa, sin haberse preparado para el acto, mientras el fotógrafo sólo parece preocupado en disparar el fogonazo e irse.
Para muestra basta un botón: Oruro acepta ir al censo pero con cartografía de 1826, donde se establece que los municipios de la franja limítrofe entre La Paz y Potosí, pertenecen a esta región.
Tal vez sea conveniente decir a unos y otros: miren, muchachos, el fotógrafo tiene que prepararse y ustedes también de manera que vamos a suspender la sesión para que todos quedemos contentos y no salga una fotografía distorsionada, pero parece que es demasiado tarde.
El autor es Editor General de EL DIARIO.
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