[Manfredo Kempff]

¿Diplomático y profeta?


Mientras el canciller Choquehuanca diga algunas cosas inofensivas, aunque sorprendan por su ingenuidad, nadie se preocupará más allá de lo que intranquiliza a la opinión pública, inquieta por el hecho de que el ministro y cabeza de la diplomacia boliviana no se ocupe de sus específicas funciones. El Canciller está en la vieja casona de la plaza Murillo para hacer diplomacia, no para idear cábalas ni conjeturas infundadas sobre la mente del hombre y el destino de la humanidad.

Hemos afirmado desde enero del 2006 -ya van siete años- que siendo Choquehuanca una persona al parecer de buena índole -no siempre frecuente entre los masistas- no se está desempeñando en el lugar apropiado, en la cartera acertada. David Choquehuanca es un personaje eminentemente endógeno, de tierra adentro, lejano a la universalidad de conocimientos que requieren las relaciones internacionales. Seguramente que desde Ribbentrop no existe un canciller que esté tan convencido de que su país es el ombligo del mundo, como cree este esotérico ministro del Estado Plurinacional.

Sus afirmaciones sobre las piedras, las arrugas, la coca, la papalisa, la coca-cola, son asombrosas y causan pasmo e hilaridad entre sus colegas y el mundo culto. Ahora bien, lo que dice el Canciller, tanto como lo que, cosas más o menos, repite S.E., forman parte de un frondoso anecdotario que hoy nos avergüenza a los bolivianos, pero que, con el tiempo, quedará inscrito como los cuentos sobre Melgarejo y hasta con algunas exageraciones de yapa.

Hasta ahí, repito, nos abochorna a sus compatriotas, nos preocupa, pero qué le vamos a hacer, no vemos un peligro mayor. Sin embargo cuando don David se pone el poncho de la Bolivia profunda y se las da de profeta andino, las cosas cambian. Que el jefe de la diplomacia boliviana anuncie que a partir del próximo 21 de diciembre, en el venidero solsticio de verano, se inicia una nueva era de la humanidad, es grave. Que los indígenas dakotas de EEUU hubieran advertido que desde el sur aparecerán los “guerreros del arco iris” para devolver el equilibrio a la madre tierra, y que Choquehuanca interprete que esos guerreros son los collas aimaras y quechuas, preocupa.

¿Además de los indios dakotas el Canciller habrá consultado con los científicos de la NASA, por ejemplo? Porque es azaroso afirmar que “el 21 de diciembre de 2012, después de 25.625 años, nuestro Sol se alinea con el Sol central. El mismo día hay una alineación de los planetas después de 5.125 años y termina el calendario maya, tallado en piedras. Entonces hay varias cosas que van a pasar…”. Si esto no ha sido consultado con la NASA o sus equivalentes en India, China o Rusia, pensamos que el calculista es alguno de los nuevos funcionarios del Servicio Exterior o un yatiri, lo que es para echarse a temblar. ¿Qué discurso nos tendrá preparado el Canciller para el 22 de diciembre cuando ni los soles ni los planetas ni los meteoritos se hayan alineado y sigan en el mismo despelote cósmico?

El Canciller está utilizando un leguaje críptico, como es habitual en él -recuérdese la oración de Ghandi a S.E.- pero no sabemos si es por una estrategia o por supina ignorancia. Porque esta vez, con eso de que los collas dominarán al resto levantando la wiphala, está yendo muy lejos. Que sepamos los presuntos “guerreros del arco iris” sólo han podido conquistar Pando en toda su historia y sólo porque Pando fue traicionado desde dentro. Si hacemos memoria, los “guerreros del arco iris” no han sido hombres muy aguerridos que digamos. Bochincheros, sí; combatientes, no. Es peligroso confundir una revuelta callejera con una guerra internacional.

“No debemos de sentirnos mal cuando nos dicen colla”, dice el diplomático profeta. En ese lenguaje críptico se deja entrever -entre soles, planetas y meteoritos- que el Canciller anuncia el próximo dominio de aymaras y quechuas sobre el resto del país. Eso, que es racismo de alto vuelo, se está poniendo en marcha, en efecto, desde el primer día del gobierno del MAS. Pero vaya que es complicado el asunto, porque, tomado Pando a medias y con engaño, quedan todavía Santa Cruz, Beni y Tarija, además a los andinos mestizos y blancos en toda la República, que no están incluidos como legionarios de los “guerreros del arco iris”.

Con razón o sin ella, don Augusto Céspedes, el “Chueco”, denominó al presidente Daniel Salamanca como el “metafísico del fracaso”, responsabilizándole por los descalabros bolivianos en la campaña militar contra Paraguay. No vaya a ser que David Choquehuanca pase a la historia como otro “metafísico del fracaso”, por culpa de la deficiente gestión diplomática que está llevando a cabo, donde, si se mira objetivamente, todos los empeños que Bolivia ha emprendido se constituyen en un conjunto de frustraciones que no se detiene.

Pero, aún mucho más, cuando su lenguaje críptico, su metafísica, su esoterismo, y sus profesías -todo ininteligible- apuntan a desatar resentimientos y quién sabe si a enfrentarnos entre bolivianos, por un racismo trasnochado que él y S.E. dicen combatir con leyes absurdas que ellos son los primeros en violar.

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