El paisaje es blanco y negro, sin embargo en la celebración de los 11 años de las cebras, lo que sobra es color. La alegría de estos educadores urbanos y culturales rebasa los ambientes de la Casa de la Cultura, no es poco lo que celebran, desde aquellos primeros trajes de dos piezas hasta las personalizadas pieles que hoy llevan, los cambios son profundos.
Como la mamá cebra, Katia Salazar, explica, “tenemos las señales, hay cambios, hay menos resistencia, hay menos enojos, hay más disponibilidad y la gente está acompañando el trabajo de las cebritas y reconocen sus errores y se disponen a apoyar el cambio y el manejo de la ciudad con responsabilidad”.
Es indudable la marca de las cebritas en el día a día paceño. Hoy por hoy, es común ver a los niños jalando a sus papás para que no crucen las calles cuando el semáforo está en verde. Son los niños quienes educan a sus padres, gracias a las comprometidas enseñanzas de los más de doscientos educadores urbanos que recorren la ciudad.
Por otra parte, este festejo también cuenta con una muestra de los dibujos de Jorge Dávalos “Carioca” que, desde el año 2010, retrata la piel de las cebritas –decir disfraz es pecado– , ayudando a convertirlas en referencia central de la cultura ciudadana.
Ya no es una ironía que las cebras hayan llegado a humanizar la ciudad, incluso llegando a otras ciudades de Bolivia como Tarija y Sucre, su rol central es indiscutible. Los educadores urbanos logran contínuamente que las relaciones entre ciudadanos sean más cálidas y consideradas a través de respeto y responsabilidad.