El día fue tan particular que a las 10.00 se escuchó el canto de los pájaros, interrumpido de rato en rato por el paso de un vehículo. Una niña a la que no le hicieron conocer el Auto de Buen Gobierno pasea a su perro por la Abdón Saavedra, mientras desde una puerta una señora, con ruleros en la cabeza, atisba a derecha e izquierda para ver si se acerca la persona que va a censar.
Los que sí cumplieron son los tenderos y el mercado de esta zona. La persona que buscaba un pan o un refresco podía haber recorrido todo el barrio sin éxito en su cometido.
Luiggi, un joven de 17 años y la sonrisa a flor de piel, comenta que tardó 22 minutos en censar una vivienda y que a ese paso esperaba terminar antes de las 17.00. Al tocar el timbre en la calle Fernando Guachalla, esquina 20 de Octubre, no encuentra respuesta e intenta otra vez. 50 metros más abajo una joven con un fólder plástico en mano y lápiz en la mano mira una y otra vez a una vivienda mientras espera que alguien abra la puerta. En la zona, al menos media docena de policías cumplen su tarea a paso cansino.
La expresión “todos cuentan” no vale para una indigente que con dos bolsas de plástico en la mano caminaba a paso de caravana por la avenida 20 de Octubre, buscando en algún basurero el pan que en esta jornada le fue difícil encontrar. No es el mismo caso de cuatro muchachos que viven en la calle y que fueron encontrados por dos agentes del censo en la esquina de Landaeta y 20 de Octubre. Les tomaron los datos con gran dificultad asistidos por dos policías.
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