La calle en su estado natural, sin ruidos de bocinas, motores ni voces humanas. Así estuvieron muchas zonas y barrios, mientras las familias esperaban en sus hogares a los empadronadores que tocaban las puertas provistos con sus boletas y lápices.
La jornada fue tranquila, con unos cuantos conflictos en el interior, por el tema límites y con un secuestro de material de por medio, pero que fueron superados a medida que avanzaban las horas. La ciudadanía boliviana, por su parte, dio un nuevo ejemplo de participación cívica, porque entendieron que el Censo era imprescindible como una herramienta de planificación para los siguientes diez años.
La jornada pudo desarrollarse gracias al compromiso asumido por los ciudadanos que dejaron atrás los conflictos por una jornada. En Santa Cruz hubo un caso de pugna por límites entre pobladores de Montero y Warnes con cinco comunidades que habrían sido declaradas con el código cero.
Otro caso se dio con el secuestro de material en Yucumo, con comunarios que exigían la llegada del material censal. Las autoridades anunciaban a las 11:00 que todo aquello había sido superado y que el Censo marchaba con normalidad.
Los empadronadores que llegaban a las casas demostraban que existía improvisación al momento de leer las preguntas; incluso, en muchos casos, no se dio lectura plena al documento y se advirtió que los jóvenes encuestadores luego llenaban datos en las calles y plazas. Sobre las denuncias que recibió su despacho y la línea gratuita del Instituto Nacional de Estadística (INE), la ministra de Planificación del Desarrollo, Viviana Caro, dijo que los empadronadores procedían a llenar los datos de su hoja de ruta y lo hacían en las plazas porque no había una oficina disponible.
Caro pidió que no exista susceptibilidad, pero tomas fotográficas evidencian que los empadronadores, en su mayoría jóvenes de secundaria, llenaban datos de la boleta naranja.
Tanto estudiantes como militares y conscriptos fueron convocados días antes del proceso censal y por ello el periodo de capacitación fue reducido. Las personas censadas manifestaron su malestar por esta improvisación, pues incluso en la pregunta de autoidentificación no hubo claridad de parte de los empadronadores. En el caso de los estudiantes de secundaria, éstos acudieron a la convocatoria a cambio de puntaje en una materia curricular.
Pese a estas deficiencias, los vecinos, en los nueve departamentos, mostraron su solidaridad otorgando algún refrigerio a los empadronadores para que puedan seguir su labor de diez horas seguidas. En otros casos, la gente cerró sus puertas y atendió a los encuestadores en la acera. Esta situación se explicaría por la desconfianza surgida a causa de la inseguridad ciudadana.
“No podemos hacer ingresar a cualquier persona a nuestras casas”, decía una vecina pese a que el empadronador contaba con su respectiva acreditación y material del INE.
El silencio de las calles fue el matiz más destacado, pues sólo algún motorizado, con su respectiva autorización, paseaba solitario en las principales avenidas del país. Los vecinos, temiendo infringir el Auto de Buen Gobierno, decidieron quedarse en sus hogares, aunque con salidas esporádicas para sentir el ambiente de calma. Quienes sí pasearon por las céntricas calles de La Paz fueron los turistas recién llegados que no salían de su asombro, pues veían una urbe capital vacía, mostrándose tal cual es.
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