Desde el tiempo pre-electoral de 2005, el MAS ha sostenido la intención de introducir “cambios” en el país con miras a profundizar determinadas políticas en aras de un “proceso revolucionario”. La intención de cambio fue expresada en años subsiguientes al 2006, ya el MAS en el gobierno; pero parece que no hubo la intención que debió ser condicionante y principal: cambio en quienes buscaban los cambios, porque había que entender, personalmente cada dirigente del MAS, que era importante trocar conductas, tomar conciencia de país y adquirir vocación de servicio, condiciones necesarias para administrar el Estado.
En varias oportunidades, surgió una frase en medios partidistas: “no hay proceso de cambio alguno, por arrogancia”; la frase quería decir que había una especie de soberbia y petulancia con el poder en las manos y que los anuncios originales eran como medio para captar votos en diciembre de 2005. De todos modos, así hubiese sido electoralista, siempre se supo que había la urgencia de cambiar ciertas conductas y no sólo para los gobernantes sino para los partidos políticos, instituciones y hasta entidades por la urgencia de tomar al país y al pueblo como receptor de los beneficios de cualquier acción positiva, porque en todos los años de la República desde 1825 se ha estado inmersos en una especie de marasmo, de quietud absoluta y hasta de indiferencia con todo lo que ocurría porque cada uno dedicó su vida, esfuerzos y trabajo a sobrevivir el día o el momento.
De alguna manera hubo arrogancia y soberbia con lo que se tenía y podía, defecto o sentimiento en todos y hasta los gobiernos cayeron en esa sima de “estarse estancados” y aplicar simplemente las políticas del “dejar hacer y dejar pasar” que tanto daño han hecho al país. Esa arrogancia o soberbia y hasta petulancia en los procederes de las personas ha dado lugar a que en muchos aspectos quedemos estancados y sin perspectivas de cambiar en pos de revolucionar nuestra economía, tomar conocimiento de los valores que cada boliviano tiene, entender cuán rico es nuestro país y cuánto requiere del coraje, voluntad, idealismo, trabajo y disciplina.
Así, mientras nosotros nos manteníamos en un “remanso de tranquilidad y resignación”, los demás países del entorno tomaron conciencia de lo que convenía, pese a disidencias, desacuerdos, desencuentros y nomeimportismos que también han soportado, marcharon adelante. Que han sufrido grados extremos de pobreza, es evidente, pero el resurgimiento que se nota con miras a salir de los extremos de pobreza, es notable y hay casos, como los de Chile, Brasil, Colombia, México y Argentina que estarían en las antevísperas de salir del Tercer Mundo y siquiera colocarse junto a los del Segundo Mundo, como ocurre con muchos países, especialmente del Asia, donde, por ejemplo China, Corea, Taiwan, Indonesia, Malasia, India y otros buscan los medios para derrotar a la mayor enfermedad del mundo que es la pobreza.
Nosotros, en Bolivia, debemos y podemos salir de la sima de la pobreza y el subdesarrollo. Y todo será posible en cuanto el Gobierno decida abandonar políticas negativas y dé los pasos para los cambios de procedimiento, de conducta, de disciplina y de servicio al país; dejando las prácticas cómodas y resignadas a lo que venga. El pueblo sabrá responder positivamente ante los desafíos que se le plantee porque hay noción y conciencia como para adquirir las condiciones de cambio que el país precisa.
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