Visité Washington pocos días pero significativos porque el pueblo de los Estados Unidos dio, con las elecciones del 6 de noviembre, una nueva prueba de su espíritu democrático, de su amor por la libertad y del respeto que tiene por la institucionalidad.
En elecciones no obligatorias para sus habitantes, el gran país del norte reeligió al señor Barack Obama como Presidente; lo hizo consciente de lo que siente y cree porque sabe bien que las experiencias sufridas con los republicanos -excepción hecha de los períodos en décadas pasadas de los presidentes Eisenhower y Reagan-, han sido negativas porque parecería que, como signo del mal, hubo varias veces en su larga historia, la decisión por los conflictos, por hacer que el país sea protagonista de liderazgos para las guerras, los enfrentamientos, la intromisión en las políticas de otros países.
En un vivir intenso de varios días y hasta sin necesidad de adentrarse en los criterios de los ciudadanos que votaron se pudo establecer que cada quien piensa en la paz, en la urgencia para que se cumplan las promesas de “retirar las tropas estadounidenses de Medio Oriente en el primer período del señor Obama”, promesa que se cumplió muy a medias y, analizando el caso, no fue por decisión de Obama por no cumplir sino por los obstáculos del Congreso (mayoría republicana) y por las condiciones que se había creado en los gobiernos de los señores Busch -padre e hijo- que, parece, no pensaron en las consecuencias de los pasos que dieron para abrir nuevos frentes bélicos a su país y que han significado dolor y lágrimas no sólo para los países víctimas y para los Estados Unidos sino para el mundo entero.
Cada voto, cada posición ciudadana, cada resultado parcial del proceso resultó determinante para que gane Obama porque el pueblo supo mantener incólumes su vocación y espíritu por la libertad y la democracia, condiciones que las demuestra en el diario vivir y que permiten que su país salga de vicisitudes de toda clase. Lo extraordinario, el pueblo, también conformado por republicanos, acató los resultados del voto y muchos demócratas también votaron por Rodney, sea porque gustó su programa o por considerarlo más renovador o por lo que fuere; por supuesto, algunos republicanos votaron por Obama y cada quien, en su posición, continuará trabajando disciplinadamente sabiendo que lo hace en pro de su país y no del partido al que pertenece.
Los contrastes con países del Tercer Mundo son muy grandes porque no hubo permisividad para cábalas mañosas que pretendan reconocer inexistentes ilegitimidades; que hubo denuncias sobre fraudes sin importancia, es evidente, pero pasaron por alto en la conciencia de quienes saben que su país es más grande que cualquier nimiedad que pretenda empañar las virtudes de un proceso que por años se mantuvo incólume.
El señor Obama tiene responsabilidades muy grandes para cumplir en el futuro, especialmente sobre promesas que hizo y que, por diversas circunstancias, no pudo cumplir; sabe que juega su destino ante la historia y los errores que haya cometido tendrán que ser enmendados y trocarlos para el futuro en aciertos. Entretanto, es el pueblo que con su trabajo y tesón, con disciplina y fervor por el amor a su patria, con honestidad, sentido de trabajo y conciencia de bien común, haría honor a resultados de elecciones que deberán traducirse en hechos favorables al país y al mundo porque, pese a todo lo que se dice en contra de EEUU y su Presidente, hay una virtud que nadie puede desconocer: existencia de una conciencia de país que une a todos.
En algunos círculos se dice que “el voto de los español-hablantes” fue decisivo para los resultados; la pregunta lógica es, si una mayoría de ese mundo no es legal y no tiene la ciudadanía que da derecho al voto, y que suma muchos millones, ¿cómo pudo haber influido en los resultados? La verdad es que la diferencia en la forma de votar y elegir fueron decisivas para los resultados y, aunque en el recuento de votos ganó el candidato republicano, en la voluntad soberana de los colegios electorales estuvo la decisión final que es del pueblo.
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