Cuando se habla de la independencia de los poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial como instituciones sustantivas de la República, se entiende que cada uno respete y considere la libertad e independencia del otro y que no debe existir presión ni dependencia alguna que debilite o anule la posición de cualquiera de ellos.
Pero en nuestra realidad, al creerse que en democracia “todo es posible”, muchas veces, en todos los gobiernos, y mucho más con el del MAS desde el año 2006, el Poder Legislativo es, simplemente, una dependencia del Ejecutivo y sus integrantes muy obsecuentes, obedientes ante lo que se les diga, hacen de simples “levantamanos” en señal de aprobación de lo que se les dice que conviene al Ejecutivo.
Ser dependiente, apéndice o simple auxiliar del Poder Ejecutivo no le hace ningún honor al Poder Legislativo porque lo disminuye, lo minimiza, lo hace agente sometido a consignas y si no actúa como manda y ordena el Ejecutivo, no valdrían las condiciones de senador o diputado. Lo grave de esta situación -por error de lo introducido a partir de 1956- es que todos los senadores son designados “a dedo” por sus mandantes o partidos y, peor, los diputados plurinominales, también designados “a dedo”, están obligados a cumplir los dictados o mandatos de sus partidos o de quien funge como jefe y, en este caso, Presidente del Estado.
Senadores y diputados plurinominales, al no haber sido elegidos por el voto ciudadano y ser simplemente depositarios de la simpatía o el favor “del jefe”, seguramente que no sienten pertenecer a un poder que debe ser independiente y se ven obligados a obedecer lo que se les mande. Lo más grave de esta situación es que los diputados uninominales, designados por el voto popular, prácticamente comparten la suerte de sus colegas nombrados “a dedo” y muy poco se hacen sentir o, en algunos casos, denotan ser de otros grupos políticos, no del oficial que es el MAS.
Lo lamentable es que quienes se prestan a la condición de ser servidores del Ejecutivo, demuestran no tener conciencia ni criterio ni responsabilidad propias; hacen de entes sin personalidad, porque, por el tipo de nombramiento que recibieron, seguramente se sienten simples víctimas que no han merecido respeto ni consideración alguna. Por esta situación es que, de todos modos, el partido del régimen aprovecha los dos tercios de votos y la llamada oposición siempre queda a la zaga de los resultados de votación y se ve obligada a acatar lo decidido.
Es lamentable que esta situación de dependencia del Legislativo haya llegado a los extremos que son observados normalmente. Otro es el “cantar” en cuanto al cumplimiento, competencia, idoneidad y capacidad de los integrantes de ambas cámaras; otro es también el caso de su autonombramiento como “honorables” o que tomen asiento en “curules”, denominación que tampoco corresponde, porque ninguno de ellos es Papa de la Iglesia Católica, ni siquiera son patricios, como en el antiguo senado romano donde tenían curules fabricados en forma hexagonal, con finas maderas o marfil y que eran puestos a su disposición.
Este tema será motivo de otro análisis más exhaustivo, porque la dignidad del primer Poder del Estado, como es el Legislativo, así lo merece; entretanto, valdría la intención de evitar el sometimiento ante el Poder Ejecutivo, que sólo debe usar sus libertades e independencia, sin menoscabar lo que corresponde a los otros poderes.
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