El alcoholismo es un problema social, económico y de salud pública. La bebida afecta el proceso integral de la formación personal, como su salud mental, física y, posiblemente, sus relaciones interpersonales.
“Es un círculo vicioso. Pasé más de siete años de mi vida consumiendo alcohol diariamente, sólo descansaba uno o dos días a la semana, veía y sentía que mi cuerpo ya no resistía más y empezaba a temblar, pero después pasaban las molestias y otra vez volvía a beber”, relata una de las tantas personas que fueron afectadas por la adicción al alcohol en los mejores años de su juventud, ahora ésta se encuentra en proceso de rehabilitación.
Pablo es el nombre ficticio de la persona entrevistada, quien accedió hablar con EL DIARIO para revelar su vivencia cuando se encontraba “atado a la adicción que perturbaba su vida”.
Él se sienta muy cómodo en una de las sillas de la Comunidad Alcohólicos Anónimos, donde se encuentra en proceso de rehabilitación desde hace más de seis años, y nos confiesa su historia. “Recuerdo que la primera vez que probé alcohol fue a los 14 años, en una fiesta que tuvo mi familia. Empecé a sentirme mal, pero nunca me imaginé que sería la pérdida total de mis planes de vida”.
Con la mirada llena de recuerdos, contó que durante su adolescencia se inició en el alcoholismo al tomar con sus amigos de colegio. Bebía todo tipo de licor sólo para compartir buenos momentos con sus compañeros que, para Pablo, era una actitud usual.
“Hasta entonces para mí era todo normal, porque el consumo verdaderamente fuerte fue cuando ingresé a la universidad, a mis 18 años. Las primeras veces tomaba un día por semana sin parar, que después se convirtieron en dos o tres días por semana e incluso más, cuando estuve en segundo año tomaba tres días consecutivos, ya no me importaba mis estudios, yo hacía lo que me daba la gana”, recordó.
Los recuerdos llegan a Pablo que, luego de suspirar y volver a mirar hacia arriba, continúa su relato y confiesa que a sus 22 años dejó la universidad, porque la adicción al alcoholismo ya era parte de él. Su cuerpo ya no podía dejar el alcohol y para entonces tomaba todos los días, “apenas descansaba uno o dos días, porque veía mi cuerpo temblando y estaba dañando mi salud, pero el círculo vicioso no me dejaba y continuaba, y continúe así casi por siete años más”, expresó.
La desesperación de su familia de verlo en esa situación le llevó a tomar la decisión de cambiar su vida, “mi mamá no sabía qué hacer, si reñirme o tratarme bien cuando llegaba a casa, lo que me hizo pensar sobre la vida que llevaba. Un día un hombre me hablo de Alcohólicos Anónimos y decidí llegar hasta allí”, relata Pablo, de 37 años de edad.
Alcohólicos Anónimos es una comunidad de hombres y mujeres que comparten su mutua experiencia, fortaleza y esperanza, para resolver su problema común y ayudar a otros a recuperarse del alcoholismo, “el único requisito para ser miembro de esta agrupación es el deseo de dejar la bebida”, acotó.
Un representante de esta organización señaló que de acuerdo a las experiencias adquiridas se puede aceptar que el alcoholismo es una enfermedad progresiva e incurable, sin embargo, puede ser detenida.
En ese sentido, dijo que los alcohólicos no pueden controlar su manera de beber, precisamente están enfermemos en su cuerpo y mente, por lo tanto si no dejan de beber su alcoholismo progresa “pudiendo llegar a la locura o a la muerte”.
En Bolivia existen más de 20 agrupaciones que conforman la comunidad de Alcohólicos Anónimos, es decir que al menos unas 200 personas están en proceso de rehabilitación, quienes toman la decisión de dejar sinceramente la bebida; existen personas que se incorporan un día al programa y después ya no vuelven.
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