La figura de Manuela Sáenz es tan central como polémica, pero la historia se encarga –día a día– de su reconocimiento e importancia en cuanto a la independencia latinoamericana. Y es que “Manuela” pasará a la historia como la única y verdadera libertadora del libertador.
El 23 de noviembre se recuerda la muerte de aquella mujer que tanto amó Simón Bolívar. No debe olvidarse que su presencia en la vida del Libertador fue decisiva en el plano político debido, en gran parte, a su apoyo, solidaridad y fe en el proyecto libertario. Su presencia, sin embargo, también destaca por los valerosos y, casi, soberbios actos, de una mujer decidida cuando la igualdad de género ni siquiera estaba en gestación.
Como se aseguraron de publicar sus disidentes, fue una hija de un adulterio y su muerte fue tan pobre y solitaria, a los 59 años, como no había sido durante sus años de esplendor, sin que por eso haya perdido la dignidad con la que había actuado cuando su participación fue clave en las conspiraciones libertarias.
El deceso tuvo una causa, que no podía discutir: el amor que sentía por Bolívar. Como ella misma señala, “…yo amé al Libertador; muerto, lo venero, y por eso estoy desterrada por Santander. (…) Santander (…) me da un valor imaginario, dice que soy capaz de todo y se engaña miserablemente. Lo que soy es un formidable carácter, amiga de mis amigos y enemiga de mis enemigos, y de nadie con la fuerza que de este ingrato hombre…”.Sin duda, Manuela fue un formidable carácter.