El celebrado calendario maya ha pronosticado que el próximo 21 de diciembre se producirá el fin del mundo como resultado de la conjunción de soles y planetas y otros objetos del Universo. En esa fecha el cosmos y la metagalaxia se conjuncionarán en un fenómeno que se produce sólo en oportunidades excepcionales en la historia de la naturaleza.
Por su parte, el iluminado canciller boliviano David Choquehuanca poco menos que ha coincidido con lo mencionado, asegurando que por ese acontecimiento Bolivia también registrará notables cambios, entre ellos el fin del mundo. Y en forma concreta afirmó: “hay varias cosas que van a pasar”, palabras premonitorias que se las puede dejar de tomar en cuenta, conocidas como son las sentencias de esa personalidad, respecto a la reproducción sexual de las piedras, la virtudes de la papalisa, la sabiduría de las arrugas de los ancianos y otras no menos notables que han enriquecido el anecdotario político nacional.
La información del Canciller ha repercutido en varios sectores sociales del país y se ha empezado a esperar ya con temor, ya con ansiedad, el solsticio de verano que se producirá dentro de treinta días, suceso que llegará vanguardizado por los “guerreros del arco iris” y que tendrá como principal centro de festejos la Isla del Sol del Lago Titicaca, a donde arribarán delegaciones indígenas de muchas nacionalidades, que creen que ese fenómeno cósmico sería el de la fecha en la que vuelvan a imponer sus sistemas de producción, costumbres, religión y otros usos prehistóricos.
Para confirmar la premonición el Canciller ha recurrido a un análisis astronómico, manifestando que “el 21 de diciembre de 2012, después de 25.625 años, nuestro Sol se alinea con el Sol central. El mismo día hay una alineación de los planetas después de 5.125 años y termina el calendario maya, tallado en piedra”, dramáticos conceptos que permiten suponer que en cuatro semanas más se producirá un acontecimiento que afectará a todo el sistema planetario y que, naturalmente, la humanidad sufrirá efectos que van desde el comienzo de la felicidad y la hermandad, hasta una catástrofe que hará polvo a nuestro planeta.
La sabia opinión del Canciller boliviano adquiere carácter de anuncio profético en vista de la categoría de las funciones administrativas temporales que usufructúa, entre las cuales está aquella cábala política gracias la cual alcanzó un objetivo político que al parecer era irrealizable, vale decir tomar el gobierno para restaurar el ayllu y el sistema de las comunidades primitivas, o sea quebrar todas las leyes de la naturaleza y la evolución social para reponer la referida teoría de hacer marchar hacia atrás las manecillas del reloj de la historia. Inclusive podría hacer posible que las aguas del Silala y del Lauca sigan un curso contrario al actual.
En este caso, la hipótesis del calendario maya no deja de tener interés y hasta carácter especulativo, pero lo que se debe considerar es si ese pronóstico se realiza o no. En efecto, si el fenómeno no se produce dejará al Canciller en el ridículo, aunque también, de realizarse, podrá convertirlo en un Mesías que llegará a este rincón del mundo encabezando una poderosa legión de “guerreros del arco iris” para arrasar con lo que existe y eternizar el imperio de la cosmovisión andina, la fraternidad y el fin de las diferencias sociales, la propiedad privada y otras lindezas.
Con esos antecedentes, en caso de que la admonición del jerarca del régimen “evista” se realice, el Canciller adquirirá categoría poco menos que divina. En caso contrario, caerá en el ridículo más espantoso y será objeto de burla, pues perderá la credibilidad que todavía le queda, inclusive para mantenerse en sus actuales dominios.
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