Desde el anuncio de construcción de los nuevos palacios Legislativo y de Gobierno, se ha hecho visible que los criterios del Órgano Ejecutivo y del Gobierno Autónomo Municipal iban por caminos distintos. Ahora que la Asamblea Plurinacional está punto de aprobar tan faraónicas obras, la alcaldía municipal poco menos que implora la “coordinación” interinstitucional o, en buen romance, que se la tome en cuenta siquiera para que se observe las normas urbanas correspondientes. Es que todo sugiere que estamos ante otro caso de molestar a las autoridades no oficialistas ignorándolas, por lo menos; actitud harto conocida del oficialismo de imponer su capricho, aunque en esta oportunidad sea en detrimento del orden de la ciudad que lo cobija administrativamente.
Estamos próximos a ver el mal ejemplo de desobedecimiento a la normativa -esta vez municipal- con rotundo apoyo en el poder. Algo así como la ley del más fuerte. Sin embargo si la alcaldía logra ser escuchada, desea la opinión pública que además del cumplimiento de las normas técnicas de edificación, persuada al Gobierno -en homenaje a la racionalidad y a la estética- de que no se quebrante con un estilo discordante la armonía arquitectónica republicana del lugar, como el anuncio de edificar con caracteres indígenas (?). Si se quiere proceder de ese modo, que se busque otro lugar mejor adecuado para dejar sellada la impronta indígena oficialista.
No en vano el propio Primer Mandatario manifestó que el Palacio de Gobierno de la plaza Murillo muestra estilos que no son autóctonos y que por ello se debe edificar otro a su gusto, a denominarse “Casa Grande del Pueblo”, dotada -eso sí- de un helipuerto. En las grandes capitales del mundo y de modo general en las ciudades con tradición, las obras o monumentos aportados por las diversas culturas antecesoras, son conservadas como reliquias y repositorios de su pasado, e inclusive como sedes administrativas cuando se trata de edificios. Se las conserva como atractivo y, por supuesto, a nadie se le ocurre eliminarlas por tratarse de testimonios de tiempos de conquista, siendo más bien motivo de orgullo y de continuidad histórica.
En otro orden de cosas, no por ser ya un lugar común se puede dejar de puntualizar que los proyectados palacios de Gobierno y Legislativo resultan obras suntuarias que el Estado debe abstenerse de ejecutar, en momentos en los que se confrontan múltiples necesidades públicas o falencias que restan bienestar al pueblo boliviano.
Así tenemos, entre otras, falta de hospitales y de moderno equipamiento en los mismos, centros de albergue para ancianos, para la niñez desvalida y en cuanto a mendigos que pululan en los centros urbanos para vergüenza nacional, en los que no repara el Estado Plurinacional. En fin ni qué decir de la insuficiencia de personal médico y paramédico, de mejoramiento de la educación, etc., etc., mientras se proyecta diversos tipos de impuestos. En cambio hay compromiso no para un satélite, sino para dos. Se adquiere aviones de lujo, se contrata fábricas mal ejecutadas, se paga por adelantado por barcazas chinas que no llegan por estar embargadas y una serie de contrataciones sin licitación pública ni internacional.
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