La falacia del censo

El país se encuentra frente a cientos de falacias y verdades a medias, por la pretensión de obnubilar al pueblo boliviano, particularmente a los movimientos sociales, con argumentos que nada tienen que ver con la realidad nacional. Pero lastimosamente se utiliza a impostores que pretenden hacernos creer que todo anda bien, al extremo de que el pasado miércoles nos obligaron a quedarnos en nuestros hogares para lo que se denominó el “Censo de Población y Vivienda”, cuyos resultados, estamos seguros, serán desastrosos, debido a la mala organización y al contenido del formulario de preguntas que contenía estupideces.

No quisimos tratar el tema antes del pasado miércoles porque el Gobierno lo podía haber interpretado como una oposición, pero hoy lo hacemos con pleno conocimiento de lo que venía y lo que vendrá en el futuro.

Todo programa censal tiene sus propias reglas, de manera que no es simplemente una suerte de improvisación, tal como ha ocurrido a partir de la idea de llevar adelante esta cuestión, habida cuenta de haberse logrado un apoyo económico de 50 millones de dólares en calidad de préstamo para ello.

Muchos políticos consideran que ha sido un éxito el censo de población y vivienda, pero lo toman de esa manera porque juegan los intereses para lograr mayor número de curules y mayor participación en la distribución de recursos económicos. No toman en cuenta que un censo de esa naturaleza, bien llevado, con un contenido académico, socio-económico e inclusive cultural, podía servir para trazar un plan quinquenal, aunque no decenal, de desarrollo, pero que a la postre podría servir para diseñar un PROYECTO NACIONAL que tenga la suficiente capacidad de servir a varias generaciones.

No ha ocurrido aquello, por el hecho de que muchas regiones no fueron censadas, así como por la falta de preparación de algunos encuestadores que no cumplieron con el mecanismo de formular las 49 preguntas, sino simplemente algunas de ellas; es decir que el interrogatorio no hizo hincapié en el total de aquel formulario. De manera que estamos frente a un trabajo incompleto y de ninguna manera puede ser llenado de oficio un formulario, sin que hubiera sido respondido por el “censado”, que es lo que nos informaron muchos ciudadanos, a quienes les llamó poderosamente la atención aquella actitud.

Por otra parte, técnicamente se conoce que el “escaneado” es más aceptable cuando un documento de esta naturaleza es elaborado utilizando punta bola, pero contrariamente se ha utilizado lápiz de carbón, e inclusive algunos censadores borroneaban los formularios, lo que les quita credibilidad y obviamente que ello nos empuja a la desconfianza, porque fácilmente se podrá modificar su contenido.

Lo más lacerante es que conceptos primordiales como nacionalidad, edad, religión, lugar de residencia (rural o urbano), no han sido considerados en aquel formulario, y sí aspectos estúpidos como aquel de los materiales con los está construida la vivienda, si tiene baños o simplemente letrinas, cuántas habitaciones tiene, etc., cuando simplemente había que preguntar si es propietario, inquilino o anticresista, que es el objetivo para determinar el problema de la vivienda y establecer las necesidades que se tiene en el país. Es decir, cuestiones que nada tienen que ver con un censo de carácter académico y socio-económico.

Lo curioso es que se obligó a personas que ya son citadinas, a que retornen a sus comunidades para luego volver a la ciudad donde ciertamente tienen sus residencias, como lo hizo el propio gobernador Cocarico, distorsionando de esa manera el sistema del censo.

No sabemos de qué cerebro salió el contenido de aquel cuestionario, porque el actual Director del INE, Ricardo Laruta, no debe ser estadístico de profesión, menos la Ministra Caro, aunque es necesaria dicha especialidad para tener una correcta visión sobre el mecanismo de un censo.

En conclusión diremos que el censo del pasado miércoles ha sido un rotundo fracaso que lo consideramos innecesario para poder diseñar un Plan de Desarrollo y peor para tener la visión de un Proyecto Nacional, que es lo que le está haciendo falta a nuestro país.

En conclusión: por la salud del país, aquella falacia determina la nulidad del censo.

(El ejercicio del poder corrompe y su sometimiento degrada).