Ibet Moreno Valdivia
II
Si bien se han reducido las tasas de analfabetismo, el sistema educativo nacional aún muestra ciertas inequidades de género, no cuenta con mecanismos de acceso, permanencia e igualdad de oportunidades y está sustentado en una cultura sexista y estereotipada que restringe las posibilidades educativas y laborales de las mujeres, con el consiguiente efecto negativo de abandono del sistema de educación formal. Realidad educativa que se expresa en una mayor marginalidad y deserción escolar en mujeres y en un promedio de años de estudios escolares más bajo en relación con los hombres, y también en relación con los varones son menos las mujeres que han alcanzado un nivel académico universitario.
La situación de la mujer boliviana se complica por las manifestaciones de violencia que las hostiga tanto dentro como fuera del hogar, pues se estima que 8 de cada 10 mujeres han sufrido algún tipo de violencia en algún momento de su vida. La violencia contra la mujer tiene diferentes rostros que incluyen la violencia intrafamiliar y/o doméstica, las violaciones, la trata de mujeres y niñas; la prostitución forzada; el feminicidio, la esclavitud sexual y el infanticidio femenino.
En este contexto bastante peligroso, la violencia extrema ejercida en contra de las mujeres deriva en lesiones graves, homicidios y asesinatos de mujeres. Para este año 2011, entre enero y octubre se registraron en todo el país 86 asesinatos perpetrados contra mujeres y niñas, principalmente por conocidos o cónyuges, siendo las causas determinantes las discusiones de pareja, los celos, la venganza, la ruptura de la relación conyugal, la infidelidad o los motivos económicos.
Esta realidad descrita y la consagración del 25 de noviembre como el “Día Internacional contra la violencia hacia las Mujeres”, proporcionan la oportunidad para reflexionar sobre la realidad de la mujer boliviana y la situación de violencia fáctica y simbólica que sufren en diferentes espacios públicos y privados. Si bien se ha implementado políticas públicas, promulgado disposiciones legales, conformado nuevas instituciones y diseñado modelos de atención integral y prevención de la violencia en contra de las mujeres, aún quedan tareas pendientes que tienen que ver con la disolución de creencias, imaginarios, construcciones y representaciones sociales machistas y patriarcales que refuerzan patrones violentos y discriminatorios que limitan derechos y oportunidades en las mujeres.
En definitiva, se trata de cambiar percepciones y prácticas culturales y de establecer una nueva concepción de la vida sobre la base de relaciones más justas, equilibradas y libres de violencia entre hombre y mujeres. Bajo esta propuesta, existe el convencimiento de que la violencia contra la mujer puede ser erradicada o por lo menos mitigada en nuestra sociedad con esfuerzos mancomunados que nos comprometen a todas y todos.
La autora de esta nota es docente de la Carrera de Trabajo Social, Universidad Pública de El Alto (UPEA).
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