Guido Zambrana Avila
La reestructuración de la institución de salud más grande del país, cuya crisis es parte de la que aqueja al subsistema del seguro a corto plazo, no depende sólo de promulgar un decreto y designar a un nuevo Gerente General, como algunos creen torpemente. Ya con ese enfoque, varios intentos previos fracasaron por superficiales y simplistas ante un problema cuyas dimensiones extraordinarias nunca tuvieron la capacidad de comprender.
Esta vez, con la promulgación del Decreto Supremo de Reestructuración 1.403 y su anexo, que necesitó más de una año para concertarlo, podría haberse abierto la oportunidad de oro para refundar la emblemática Caja Nacional de Salud, que a pesar de sus graves deficiencias acumuladas es la que a más bolivianos ha beneficiado, y por eso es lo mejor que tenemos.
Aún está pendiente de resolución, por la pulseta entre la COB y el Ministerio de Salud, la designación del Gerente General reestructurador. En este aspecto, es deseable que antes de intentar imponer un militante partidario audaz, sin formación ni experiencia, o dar paso a algún oportunista que pretenda encandilar a los dirigentes para acceder al cargo, lleguen a concertar sin prejuicios la elección del mejor de los profesionales con que cuenta la CNS, a partir de la valoración de los méritos, la experiencia en gestión, así como los antecedentes de haber ejercido cargos de dirección; alguien que tenga la suficiente personalidad, autoridad y respaldo para actuar con profesionalidad y autonomía ante las imposiciones y presiones que suelen ejercer autoridades y grupos de poder sindical.
Pero además de un buen Gerente General, será imprescindible un Directorio eficiente, con criterio técnico más que partidario, capaz de comprender que su compromiso es demasiado importante como para distraerse en acciones insustanciales.
Por su tamaño, la Caja Nacional de Salud requerirá de un gran equipo de profesionales para echar a andar la potente estructura de gerencias, subgerencias y direcciones actualmente ocupadas con libre albedrío, y si esos cargos no se los institucionaliza por méritos y capacidades el fracaso está garantizado. Sin embargo, la experiencia nos permite afirmar que son muy escasos los profesionales idóneos para estas funciones, así sean los mejores en sus disciplinas; en consecuencia habrá que capacitar a los seleccionados con apoyo internacional, a fin de dotarles de las competencias esenciales que necesitarán para ejecutar las tareas de reestructuración.
Aun así, si no se logra reclutar a los profesionales adecuados, mientras se los prepara, sería atinado que los mismos cooperantes apoyen un período de transición con profesionales expertos para todas las áreas del aparato administrativo. Para un plan responsable y de largo aliento, la seguridad, estabilidad y las mejores condiciones laborales son indispensables; de otra forma, si se toma el camino de la improvisación, el favoritismo y el cuoteo con funcionarios mediocres aunque serviles, el éxito de la reestructuración será imposible.
Junto a todo esto debe considerarse otra realidad crucial, y es que no habrá profesionales destacados, con los perfiles que se requiere para garantizar la calidad de los resultados, que acepten un sueldo menor al del Presidente de la República, porque en la práctica eso les significará rebajarse sus ingresos habituales. En la estructura salarial actual, un médico de base con suficiente antigüedad y méritos, que tiene un sueldo, al acceder a una gerencia de la CNS tendría que sufrir la reducción de su salario real. Es hora de comprender que salarios bajos no son atractivos para profesionales y funcionarios de alto nivel.
En consecuencia, es fundamental modificar la Ley Financial en cuanto al tope salarial, reconociendo de una vez por todas a la salud y la educación como áreas estratégicas que no deben estar sujetas a restricciones ni financiamiento miserable. No se debe continuar imponiendo a los mejores profesionales que por necesidad trabajen a cambio de cualquier sueldo, porque si lo hacen los harán a desgano, hasta que encuentren otra oportunidad mejor en una institución que les reconozca y valore su formación y méritos acumulados.
Si se mantienen las condiciones actuales, serán muy pocos los profesionales que puedan ser seducidos para ocupar funciones de responsabilidad en la Caja Nacional de Salud o en otras instituciones estatales, en las que la inestabilidad, inseguridad y menosprecio por la capacidad y méritos son los otros ingredientes desmotivadores.
La querida Caja Nacional de Salud llegará a ser ejemplo si para transformarse se despartidiza, escoge a sus mejores hombres y mujeres para dirigirla, los capacita en lo necesario, les brinda estabilidad y buenos salarios, y si los elegidos le retribuyen con sus mejores esfuerzos, dedicación y honradez, construyendo un grato ambiente laboral para todos sus trabajadores. Por ahora, ese futuro deseado depende de la sensatez y la inteligencia de la COB y del Ministerio de Salud.
El autor es ex Decano de Medicina.
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