Si bien nuestras exportaciones han bajado en cantidad debido a que se produce menos por el cierre de muchas fuentes de producción, recibimos más dinero por efecto de los precios internacionales para el petróleo, el gas, los minerales y algunas materias primas que exportamos; al margen de que contraemos más préstamos. Todo ello implica la tenencia de más dinero y por eso, nuestras políticas tendrían que ser contrarias a cómo se presentan en el diario accionar.
Es urgente reconocer que hay una especie de despilfarro de dinero en cuestiones que bien pueden ser consideradas como superfluas e innecesarias por lo prescindibles: importamos muchos alimentos que son producidos en el país, como leche, quesos, cremas y otros derivados de lácteos; se importa gran cantidad de fideos de toda clase, al igual que arroz; nuestra industria textil tiene competencia de las importaciones legales y, en grandes cantidades y variedades, del contrabando.
Existen en el país buenas fábricas de muebles de madera y fierro forjado que tienen que competir con idéntica mercadería importada. Se produce artículos como azulejos, marmolados, cerámicas y otros, pero los importamos en gran cantidad; también hay producción de artefactos de baño que muy poco tienen que envidiar a lo extranjero. Hay una producción farmacéutica con las licencias extranjeras respectivas e importamos los mismos productos que, por llevar otras denominaciones, confunden no sólo a los pacientes que los utilizan sino al mismo cuerpo médico.
Tenemos los mejores vinos que, en algunos casos, se los exporta y tienen muy buena aceptación en varios países. Sin embargo importamos muchos de ellos para hacer la competencia a lo nacional. Enumerar más al respecto demandaría mucho espacio. Todos estos rubros de mercadería de uso y consumo implican gasto de divisas, disminución de mano de obra en fábricas y entidades que producen todo ello, porque para la poca demanda pública es suficiente el poco personal que se tiene. La verdad es que, de cerrarse esos canales de importación de todo en franca competencia con lo nuestro, automáticamente crecería nuestra industria productiva que, además, requeriría más personal.
El Gobierno asume que es nacionalista, sin embargo descuida aspecto tan importante que, añadido a la no reapertura de industria clausurada y a la falta de inversiones, es doblemente dañino y perjudicial porque hay un despilfarro para nuestra magra economía que, en cualquier caso, debe ser fortalecida y lograr capacidad para producir en cantidad y calidad e incursionar en las exportaciones, al margen de cubrir el mercado interno. ¿Cuánto ganaría el país si se cambiara políticas equivocadas? ¿Cuánto mejoraría nuestra capacidad para producir alimentos, hortalizas, fruta, lácteos y otros artículos que importamos en detrimento propio?
El Gobierno habla de cambios, pero no cambia sus tácticas permisivas para lo que no nos conviene. Sería interesante una revisión sustancial de lo que se hace y establecer cuánto podemos avanzar en pos de una producción sostenida, generadora de riqueza y proveedora de empleo.
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