En el capítulo séptimo de Pueblo Enfermo, de don Alcides Arguedas, me encontré hace tres décadas con esta expresión: “Don Ignacio Calderón, educado en Europa y por consiguiente culto…”. Como los medios económicos de entonces no me permitían viajar más allá de La Paz, me resigné por un buen tiempo a engrosar la fila de los incultos.
Pronto entendí que aquella expresión respondía a una época, una mentalidad y una especie de servidumbre a los patrones de entonces, sean éstas del pensamiento o corrientes ideológicas.
Otra expresión que escuché de labios de un Ministro de Estado, hace algunos días, me dejó más perplejo aún. Ante la pregunta del reportero ¿por qué no se dio cuenta que trabajaban con él abogados extorsionadores y qué valoración hizo de este caso? La respuesta fue más o menos ésta: “los vi con una sólida formación”. Claro está que nada tiene que ver con la formación de estos profesionales.
Pero al menos habría que preguntarse qué categorías utilizamos para valorar a un profesional. Si recibe nota de aprobación el desfachatado, el que calla a los otros cuando habla, el que se impone a los otros a pesar de cualquier circunstancia, el que conoce de memoria algunos artículos de los códigos y sabe el mecanismo para hacer daño a los otros, el que puede mantenerse impávido ante el error cometido; entonces vamos adelante con la formación de abogados, porque tendrían una sólida formación.
Si el hombre de derecho coloca como principio el servir a los demás, el respetar los derechos del otro, el brindar justicia, entendido como dar a cada quien lo que le corresponde, en cualquier circunstancia y lugar, entonces su formación es desdeñable, se morirá de hambre, seguramente no trabajará en un ministerio y deberá dedicarse a hacer trámites de bagatela para sobrevivir.
Antes de tantas retóricas, explicaciones y consideraciones, será necesario ponernos de acuerdo en qué entendemos por sólida formación, porque quienes ahora están envueltos en ese entuerto llamado extorsión, seguramente tienen una frágil formación, endebles conocimientos de derecho, paupérrimos conceptos del respeto al otro y van a provocar más de un problema a los que trabajan con ellos.
Alguien tiene que decirles que entendieron los conceptos al revés, que les han pintado la noble carrera de derecho con matices equivocados y que, lamentablemente, antes que enderezar sus conceptos profesionales, deben encontrar un nuevo horizonte a su vida, porque los adularon innecesariamente, les engañaron los zalameros. La vida se encargó de bajarlos de las nubes y ahora se enfrentan con una cruda realidad.
Era mejor que alguien les dijera a tiempo, que andaban mal, que no era ese el camino de un abogado honesto, que en la vida se debe respetar al otro y que hacer dinero fácil lleva a más problemas que éxitos. En síntesis, alguien debió decirles que no tenían una buena formación.
El autor es Editor General de EL DIARIO.
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