Menores que habitan en cárceles adquieren un carácter defensivo


Los resultados de una investigación realizada por el sociólogo José Manuel Pacheco afirma que la conducta de los menores que viven en las cárceles del país es defensiva, debido al entorno en el que se desenvuelven y desarrollan sus vidas.

En opinión del entrevistado la vida hostil en prisión, hace que los niños que viven en las penitenciarías, asuman una conducta defensiva y agresiva ante todo lo que les rodea.

Los menores que viven en los centros penitenciarios del país, dijo, tienen un lenguaje distinto al resto de la población infantil, que desarrolla su vida al lado de sus familias y en libertad. Esta situación se debe a que los niños que viven en las cárceles conviven y desarrollan sus juegos en ambientes donde los policías y los reclusos hablan malas palabras y muestran conductas indecentes, lo que influye en la conducta de los niños.

De acuerdo al experto la vida con distintas necesidades de estos menores les motiva inclinarse hacia la caridad, lo que les hace dependientes de los favores ajenos.

Estos problemas psicológicos, hace que los miles de menores que viven en esta situación lleven un estigma al asistir a escuelas adyacentes a las cárceles.

“Por el lenguaje que usan y el lugar donde viven sus compañeros los marginan y discriminan”, sostuvo el sociólogo.

La mayoría de los niños que residen en las cárceles, sostuvo, no cuentan con otros familiares que los protejan y les eduquen. En este sentido los padres prefieren que estén a su lado en las cárceles a que estén en instituciones o en las calles.

De acuerdo a las estadísticas, la población infantil en las cárceles del país se masifica considerablemente, pese a disposiciones que prohiben el ingreso a estos lugares de niños mayores de 6 años de edad.

La problemática de estos menores se arrastra desde hace unos 15 años y cada vez tiende a agravarse. “Nadie le puso freno al tema, por lo tanto, es necesario un proyecto que solucione estos problemas”, reclamó el experto.

En general, los menores observan una serie de eventos negativos que probablemente dificultan su proceso de desarrollo. Por ejemplo, ven desde otra perspectiva las relaciones de pareja, amigos, enemigos e inclusive enfrentamientos.

Por otro lado, son testigos de la retardación de la justicia de sus progenitores o familiares, que en el país alcanza al 75 por ciento de los privados de libertad.

 
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