Una reciente decisión del Viceministerio de Desarrollo Rural acerca de que “implementará” un programa nacional de cultivo de frutas por 10 millones de dólares, bien se la podría calificar como tardía, por lo cual se actualizaría la sentencia popular que dice: “Al burro muerto, tranca al corral”. Y es que su aplicación llega cuando los campos dedicados a la producción de esos alimentos han desaparecido casi totalmente, pues en su reemplazo se obtiene otros productos (como la coca), además que políticas librecambistas y antiproteccionistas para ese tipo de agricultura se encuentran en vigencia.
En efecto, la producción de gran cantidad de diversas frutas que existían en Bolivia ha desaparecido en la última década y al presente, salvo raras excepciones, los mercados se abastecen de frutas de origen extranjero o, en pocos casos, de frutas nativas que, por lo demás, enfrentan -para completar el trágico panorama- problemas por contrabando, libre comercio, competencia desleal y precios bajos.
Ya no existe la producción de fruta en los valles de La Paz, Cochabamba, Vallegrande y otros lugares del sur del país. En particular, los valles paceños (Luribay, Sapahaqui, Caracato) que producían frutas inclusive para la industrialización y exportación, ahora no producen ni la décima parte de lo que tenían antes y los cultivos de uva, manzanas, duraznos, higos, etc. han sido abandonados o sustituidos con maíz o verduras. Grandes superficies, que pasarían de las 20.000 hectáreas de frutales, ahora están convertidas en eriales.
Otro sector donde ya no se cultiva fruta está en los Yungas de La Paz, donde extensas plantaciones de naranjas, mandarinas, chirimoyas, café, paltas, mangos y otros han sido erradicadas masivamente para cultivar, en cambio, la hoja de coca. Se debe agregar que la erradicación de frutales continúa en forma acelerada.
Lo mismo sucede en los valles de Cochabamba, Mizque, Aiquile y otros, donde no sólo se ha dejado de cultivar frutas sino que ninguna labor se hace para retornar a la fruticultura. Algo parecido ocurre en los valles del sur del país, a tal extremo que se puede decir que mientras en el pasado la producción de manzanas, uvas, duraznos, higos y otros llenaba los mercados con bajos precios y alta calidad, ahora ya no se la conoce.
Para agravar ese estado de cosas, al desaparecer la producción de fruta nacional, ahora se consume fruta extranjera que entra al país por el sistema de libre comercio y el contrabando, problemas a los que no se les da solución y, más bien, pareciera que tienen apoyo oficial.
Los mercados de La Paz, Cochabamba, Santa Cruz y otras capitales y aun provincias están llenos de frutas chilenas, argentinas y peruanas y ya no se conoce fruta nacional, salvo raras excepciones, pero que también están a punto de desaparecer por la competencia desleal y las políticas agropecuarias del Gobierno. Se puede concluir que, por dichos antecedentes, el programa para incrementar el cultivo de frutales, además de inefectivo y de mera publicidad, ha llegado con tardanza y tendrá resultados muy poco optimistas.
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